González, Falsos Profetas: El apellido de la decadencia

“González, Falsos Profetas” sorprende por desmarcarse del nuevo boom de comedias genéricas, insípidas y repetitivas imperante, hoy en día, en el cine de nuestro país.
 Cinetiketas | Por Jaime López Blanco |

Las encrucijadas personales, la marginación, la soledad, la ignorancia y la necesidad de creer en algo que represente una especie de salvación (fe), son los más efectivos señuelos de los que echan mano los grupos religiosos para atrapar a sus fanáticos adeptos. Son también algunos de los elementos que utiliza Christian Díaz Pardo, director y coguionista, para construir al protagonista y al argumento central de su debut en largometraje, “González, Falsos profetas”; película que, a pesar de haber obtenido el Premio a Mejor Actor en el Festival de Morelia 2013, apenas encuentra distribución comercial durante este año.


El González del título, interpretado acertadamente por Harold Torres (“Norteado”, 2009), es la representación sólida de un gran sector de la sociedad mexicana, desesperanzado y atrapado entre las deudas económicas y morales, pero “hambriento” y necesitado de un gran cambio en su vida. González no es un héroe ni villano como tal, más bien funge como un antihéroe, víctima del sistema económico y familiar que lo somete y esclaviza.


La historia de Díaz Pardo nos introduce en el mundo del protagonista de forma oportuna: entre la pantalla de televisión que cuida con mucho sigilo; las llamadas incesantes de una madre emocionalmente ausente y convenenciera; la torta como dieta diaria y; el traje pardo que porta para salir a buscar empleo. El color y textura del traje sirve como una gran metáfora del estado de ánimo del protagonista: sin brillo, sin glamour, sin buen color.


A partir del planteamiento del personaje central, el realizador agregará, a la rutina diaria de González, un coprotagonista que servirá como modelo aspiracional y guía de ese ser grisáceo con el que el director nos hace sentir cierta identificación desde el principio. Se trata del Pastor Elías, contraparte de González, con personalidad desenvuelta, expresiva, carismática y exitosa, todo lo que González no es y que le gustaría ser. Dicho Pastor Elías es interpretado brillantemente por Carlos Bardem, a quien ya habíamos disfrutado en otra gran actuación en la película mexicana “Días de Gracia”, de Everardo Gout. El Pastor Elías puede recibir una lectura más allá de lo cinematográficamente argumental; histórica y sociológicamente retrata a dos de los países de América Latina con más altos índices de pobreza y analfabetismo y, a la vez, con mayor fervor religioso, Brasil y México; además, nos recuerda la conquista de México, por parte de los españoles, valiéndose de la manipulación religiosa.


“González, Falsos Profetas” sorprende por desmarcarse del nuevo boom de comedias genéricas, insípidas y repetitivas imperante, hoy en día, en el cine de nuestro país. Es válido que se pretenda generar una industria cinematográfica mexicana que se sustente por sí sola, pero eso no significa ignorar, o despreciar, propuestas como la de Díaz Pardo, la cual se distingue de “la bola” por su buena premisa; una gran manufactura; un ritmo in crescendo y; maravillosas actuaciones como las de Harold Torres (discreto y sutil en su personificación, pero que se luce cuando se muestra efervescente), Carlos Bardem (oscuro y manipulador) y; Olga Segura (frágil, maleable y ciertamente algo infeliz con su existencia). 


Es directa la crítica al agandalle u oportunismo de los hombres de traje (otra vez el traje, ahora percibido como el símbolo del engaño y la corrupción sin escrúpulos) que lideran a las religiones; seres que, a través de una pirámide de promesas-espejismos y discursos chantajistas, engañan a sus víctimas para así, sin pudor alguno, adueñarse de las escasas posesiones de éstas. 

“Piden a Dios tantas cosas, pero que poco le ofrecen”.  

El cinismo y las mentiras como epítome de la crisis de valores que vivimos en este mundo. Un simple González, sin nombre exacto ni necesidad de ello, porque ahí podemos caber todos, víctimas y victimarios de nuestra actual decadencia económica y moral. 

           
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