A pesar de que los más
recientes trabajos, en live action,
del director y productor estadounidense, Tim Burton, como “Dark Shadows” (2012) ó “Alice in
Wonderland” (2010), han dejado poco satisfechos a sus más fervientes seguidores
y nada a algunos de los críticos especializados del séptimo arte, es innegable
la capacidad de Burton para seducirnos con sus peculiares historias cargadas de
excéntricas personalidades y atmósferas góticas. Ahora, con “Big Eyes”, nos
hace tomar un respiro del extravagante estilo que lo caracteriza, para
presentarnos un argumento - en apariencia - mucho más sencillo, pero no por
ello menos sombrío.
“Big Eyes” relata la
historia verídica de Margaret Keane, interpretada por la actriz Amy Adams,
quien es una retratista que se distingue por realizar pinturas sobre niñas,
niños o animales, a los cuales les dibuja en sus rostros unos ojos grandes. Margaret abandona un
matrimonio fallido, yéndose con su hija, para reconstruir su vida; encontrándose
en el camino con un carismático hombre, vendedor de arte, que la seduce y la
convence para hacerse pasar como el autor de sus obras.
Hay que agradecerle a Tim
Burton el intento por alejarse de los elementos que lo estaban convirtiendo en
un cineasta redundante o repetitivo. Para comenzar, se aparta de sus actores fetiches (Johnny Depp y Helena Bonham
Carter), incorporando como protagonistas de su relato a dos actores de gran
calibre histriónico como lo son Amy Adams y Christoph Waltz. La primera me
parece una actriz excepcional que transmite la inseguridad, timidez y
abnegación de su personaje, lo cual se refleja en el tono de voz tan pausado y el
silencio que le impregna a su rol, sobre todo cuando le preguntan cosas sobre
su arte. De hecho, pienso que Adams debió haber estar nominada al Oscar 2015
como mejor actriz protagónica. Referente a Waltz, percibo algunos ecos del
encanto y exabruptos de su “Hans Landa” de “Inglorius Basterds”, pero cumple
como el antagonista de la cinta de Burton, ya que se contrapone a la actitud
timorata del rol interpretado por Adams.
En cuanto al sello Burtoniano; se puede encontrar un poco
del mismo en detalles sutiles como la dirección de arte o diseño de producción,
así como también en secuencias como en la que Margaret Keane se encuentra dentro de un supermercado o en la que
se mira de frente al espejo, pero, muy probablemente, la escena que mejor
rescata el humor enrarecido de Burton es aquella que se centra en una parte del
juicio del personaje de Waltz, parte en la cual funge como su propio
interrogador.
Quizá se sienta un poco
limitada la dirección de Tim Burton; en parte por el moderado presupuesto con
el que cuenta la película (10 mdd), en parte por la presión de los productores,
pero se agradece el resultado, ya que se aprecia un Tim más contenido y más
humano, amén de una narrativa y estética menos superficial ó llena de incongruencias y argumentos flojos
como los que formaron las columnas vertebrales de sus anteriores proyectos.
Además, cabe la existencia de un discurso, no tan obvio, en contra de la
falsedad artística y a favor de la originalidad y derechos de autor de los
artistas, de aquellos que en verdad quieren crear un arte que eleve el espíritu
humano y no que solamente lo complazca (basándonos en uno de los mejores diálogos
de “Big Eyes”). Recomendable, más en comparación con muchas películas tan chaqueteras y poco auténticas que
deprimen el espíritu humano y que, por desgracia, actualmente se exhiben
copiosamente en las distintos complejos cinematográficos.