Paul Valéry solía decir que un poema nunca se termina, solo se abandona. Y
al parecer Julio Trujillo no tiene ningún problema con eso, muestra de ello es
su más reciente poemario: La burbuja (Almadía, 2013).
Trujillo abandona tajantemente todos los poemas, y por lo general lo hace
rápidamente, es más, parece que los empieza a abandonar en el mismo momento en
que los empieza: “Una mafia es nosotros,/ contra yo.” Ese es todo el poema, que
revela lo efímero del pensamiento del poeta. Flashazos que nos permiten gozar
del cenit de las epifanías presenciadas por el autor.
“Su sonido es infame/ pero no el del vocablo que lo nombra./ ¿Por qué no
suenas/ helicóptero a helicóptero?” Según sus editores el sonido del
helicóptero es uno de los tantos pretextos que Julio Trujillo usa para
“versificar en la corta distancia”. Efectivamente, versifica en la corta
distancia, pero lo que Trujillo hace va más allá de tomar un vano pretexto para
crear versos. Trujillo −aunque aparentara− no toma sus motivos al azar, los
estudia detenidamente, los desmenuza, les encuentra la poesía y a partir de ahí
se pone a versificar. Lo hace de cerca, conociendo bien su materia prima.
Es fácil visualizar al mexicano llevando a cabo su labor cual fotógrafo avezado:
antes de salir de casa sabe exactamente qué imágenes quiere, ya las tiene en la
cabeza, traza un plan de posibles lugares donde encontrarlas y cuando sale
simplemente dispara.
Trujillo tampoco tiene miedo de expresar el mensaje directamente, el poema
se llama “Duda” y versa así: “Un hemisferio se apagó/ (y no sabemos de qué lado
estamos).” Entiende que la belleza no es sinónimo de complejidad y que menos,
dice más.
La burbuja difícilmente se lee en más de una sentada, pues cada poema encapsula al lector y lo eleva hasta reventar para dejarlo caer en el siguiente, llevándolo a momentos de placer que se retiran justo a tiempo para no aburrir.
Tromba
Nos internamos en la manga de agua.
No sabíamos
que arriba trabajaban los cumulonimbos
con la materia de su cólera.
Las cachetadas de las ráfagas torcieron
nuestras bocas
y parecíamos girar
en un furioso vórtice en ascenso.
Fuimos hebras,
hilachas en el puño de la tromba.
Aquella levedad
nos trajo paz
y enderezamos nuestras bocas.
Perros
Tú eres el perro,
tú eres la flor que ladra.
Blanca Varela
tú eres la flor que ladra.
Blanca Varela
Para Graciela Iturbide
Hay perros buzos en las venas
y perros en las manos
que olisquean.
En la nariz se apresta una jauría
loca de amor
o de una pura infatuación violenta.
Perros,
en los oídos y en la piel,
en los cien dedos de los pies
y en todo el espinazo.
En los molares hay dogos molones
y chuchos empeñosos
en el cráneo.
En todo el cuerpo hay perros azuzados.
Mosca
Aspira el vapor denso
de las cacas,
responde a la llamada del calor nutriente
–jugos y ácidos aderezaron
la deyección
que es un imán para sus patas.
Va.