Aguascalientes fue la ciudad que vio nacer a José Guadalupe Posada Aguilar un 2 de febrero de 1852. Desde su juventud se interesó por el dibujo, tenía una facilidad innata para la caricatura y en 1868 entró como aprendiz al taller de Trinidad Pedroza, quien lo introdujo al mundo del periodismo y la prensa gráfica. Fue en el periódico El Jicote, en el que logró sus primeras publicaciones, cunado tenía apenas 19 años.
Tiempo después decidió instalarse en León, Guanajuato, continuando su trabajo con Pedroza. Posteriormente decidió abrir su propio taller alternándolo con su trabajo como maestro de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria. Debido a las inundaciones de esta ciudad, cambió de residencia a la Ciudad de México, donde pronto recibió ofertas de trabajo en distintas empresas editoriales, entre ellas la de Irineo Paz, abuelo de Octavio Paz. Allí elaboró cientos de grabados para varios periódicos como: La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas, El Hijo del Ahuizote, entre otros.
José Guadalupe Posada hacía obras con diferentes fines: anunciar catástrofes, situaciones cotidianas y extraordinarias de la sociedad nacional, milagros, corridas de toros, anuncios y muchos otros tópicos que tenían que ver con la situación política. Las sátiras de los políticos más influyentes de la época provocaron que fuera a la cárcel en más de una ocasión.
Las imágenes realizadas por Posada son evidencia de la desigualdad e injusticia social que existía en la época porfiriana; cuestionaban su moralidad y su culto por la modernidad. Describía al pueblo mexicano en los asuntos políticos, la vida cotidiana, su terror por el fin de siglo y el fin del mundo, los desastres naturales, las creencias religiosas y la magia. Tomó como símbolos populares los animales ponzoñosos, culebras y serpientes, esqueletos, el fuego, el rayo, la sangre, etc.
Con sus obras dejó un retrato fidedigno de un cambio
de siglo y una transformación cultural, convirtiéndose en uno de los íconos del
nacionalismo, además de haber dejado como legado uno de los máximos símbolos
mexicanos: la Calavera Catrina. Sus grabados fueron esenciales para crear
conciencia política en una población analfabeta, como en ese entonces lo era la
mexicana, y también son considerados como un movimiento precursor de la
Revolución.
Su fama se disparó hasta puntos inimaginables, su economía mejoró y esto le permitió hacer algunos experimentos gráficos utilizando planchas de zinc, plomo o acero en sus grabados. Su obra se estima en más de 20 mil trabajos con esta técnica, clasificados como expresionistas, pues recrean con imaginación, sentido del humor y crítica a la miseria, los prejuicios de la sociedad y la política de la época.
Según el investigador Agustín Sánchez, José Guadalupe Posada es un invento de dos personajes: el grabador Leopoldo Méndez y el muralista Diego Rivera. “Posada nunca creyó que era un gran artista, que era un gran personaje. Y Diego Rivera lo inventa, como inventó a Frida Kahlo; lo mismo Leopoldo Méndez, inventa un Posada que no tiene nada que ver con el Posada de la realidad, es decir: inventó un político radical, con una concepción política muy avanzada”. Investigaciones recientes demuestran lo contrario: Él era un hombre que tan sólo trabajaba, iba haciendo los carteles que le encargaban. No tiene nada que ver con esta imagen que nos han vendido durante muchos años: una imagen antiporfirista, radical.
Posada fue un gran dibujante y un excelente técnico del grabado, murió solo y siendo pobre en la Ciudad de México un 20 de enero de 1913. Sus restos no fueron reclamados, por lo que los sepultaron en una fosa común.