Cinetiketas | Por Jaime López Blanco |
He de confesar que con “La desolación del Smaug” llegué a pensar que al
director neozelandés Peter Jackson le había ocurrido lo mismo que a Thorin, Escudo de Roble, uno de los
personajes principales de su saga fantástica llamada “El Hobbit”; creí que
Jackson se había obsesionado con el “oro”, descuidando cuestiones importantes,
que le generaba seguir creando películas basadas en la literatura de J.R.R.
Tolkien.
Afortunadamente, parece ser que
Peter Jackson también ingirió mucho Pan
de Lembas (nombre que recibe el alimento ficticio de la novela de J.R.R.
Tolkien, el cual hace que quien lo coma recupere sus fuerzas) y con la tercera
parte de su “Hobbit” logra rescatar la
esencia épica de sus anteriores películas relacionadas con la Tierra Media.
Mientras que con su anterior cinta, “La desolación del Smaug”, Jackson
había estropeado la dinámica de su narrativa con planos y secuencias alargados
y aburridos - quizá con el propósito de seguir estirando su argumento
cinematográfico – ahora, con “La batalla de los cinco ejércitos”, se muestra más ágil y más entretenido. Se
trata de la película con más acción física, y de menor duración, de todas las
que ha hecho acerca de la
Tierra Media de Tolkien.
Como de costumbre, el diseño de producción, el cual incluye arte,
vestuario, maquillaje y locaciones, es de primer nivel; prevaleciendo los
escenarios digitales sobre los naturales. Un poco más de equilibrio entre ambos
elementos le hubiera sentado mejor, ya que le hubiera otorgado más naturalidad
al film en cuestión. Sin embargo, los efectos visuales también son
espectaculares, aunque logran destacar mejor en planos cerrados que en tomas
sumamente abiertas. Mención aparte para la secuencia de la batalla sobre hielo,
una atmósfera con la que Peter Jackson no había “jugado” y que resulta muy
atractiva.
En cuestión del argumento, “La batalla de los cinco ejércitos” recupera las
secuencias simbólicas y los diálogos que nos hablan sobre aquellos valores que
han perecido con el paso del tiempo; que deben continuar en nuestro mundo actual, tales como el amor y la
solidaridad puros o la preferencia de un hogar sobre el dinero. Brillante la
secuencia en donde elfos y enanos deben aliarse en batalla para
enfrentar a un adversario en común, dejando de lado así, por un momento, sus diferencias e intereses vanos y
egoístas.
Respecto a los nuevos personajes de esta trilogía fantástica,
sobresale la actriz Evangeline Lilly con
su Tauriel, una elfa silvana que pelea y es más física que la elfa burguesa de Liv Tyler, de la trilogía de “El señor de los
anillos”. Ya le hacía falta a la saga un personaje femenino poderoso que
hiciera contrapeso a los hombres y al elfo Legolas
de Orlando Bloom.
Martin Freeman sigue convenciendo con su Bilbo Bolsón, emanando valor, inteligencia y simpatía, mientras que la incursión de los
personajes medievales de Cate Blanchett, Christopher Lee y Hugo Weaving sirve
como un buen enlace con la saga del “Señor de los Anillos”.
Se trata de un cierre decoroso, digno, de una historia que intenta hablar
sobre los valores extraviados de este nuestro mundo poco ficticio, donde la
guerra y la codicia han desplazado a los valores comunitarios y de camaradería.
El “oro” de Tolkien sólo es una alegoría a la falsa ideología, a los
antivalores, que actualmente mueven a miles de masas y por los que se emprenden
miles de guerras estúpidas, sin sentido alguno, y marcadamente crueles. Lástima
que en nuestra realidad hayamos
permitido que miles de señores oscuros
se hayan apoderado de millones de conciencias y almas y que no exista, hasta el
momento, una épica amalgama de diferentes ejércitos humanos, de diversas razas
y virtudes, que peleen por el bien común y para revertir toda esa decadencia.
Luego entonces, la más reciente cinta de Peter Jackson, “La batalla de los
cinco ejércitos” pasa de ser una película meramente palomera a ser una narración simbólica y reflexiva, que se antoja y
disfruta, un plato fuerte
cinematográfico con más sustancia.