A LETTER TO ELISE-
Por Israel Miranda-
I
¿Recuerdas el Wish, los trapos oscuros,
las botas pesadas
y el nido de cuervo en mi cabeza?
Todas las tardes
esperábamos sentados en las escaleras
a que algo grande nos sucediera
y nunca pasaba nada,
sólo la vida.
Y nunca teníamos dinero,
pero eso no nos inquietaba
pues teníamos los libros
y los discos
y las cervezas
y los antidepresivos
que encontramos en el abrigo favorito de tu madre
una de esas tardes en que jugábamos a ser
estrellas de rock.
(Tú eras Nina Hagen,
yo desde luego, Robert James Smith)
Nunca teníamos dinero,
pero teníamos calles
y conversaciones interminables.
Teníamos tiempo
y una maliciosa inconstancia
para eso de las clases y los horarios.
Teníamos un stereo nuevo
y todos los discos de The Cure.
Nunca teníamos dinero,
pero de alguna forma siempre te las arreglabas
para conseguir tequila y naranjada
que solíamos beber en los puentes,
mientras abajo el tráfico
nos hablaba de un mundo
profundamente fastidioso
y despreciable.
II
Íbamos a conciertos
(que en esos tiempos eran pocos)
con el dinero que le estafábamos
a nuestros amigos.
Así, vimos a Depeche
con los fondos obtenidos
por una guitarra que vendimos tres veces,
y que ni teníamos,
y a Tears for fears
con lo adquirido de botear
(según nosotros)
en respaldo al CEU.
-Apoya la huelga compañero,
estamos luchando por tus derechos-
les decíamos ceremoniosamente.
En esa ocasión nos alcanzó hasta para las cervezas.
III
Estoy (casi) seguro de que recuerdas el Wish,
lo robamos de una tienda de discos
que estaba en el Centro.
Corrimos como si en ello se nos fuera la vida
y cuando nos sentimos a salvo
no paramos de reír.
Lo dejamos sobre la mesita
y lo contemplamos durante una hora
antes de siquiera abrirlo.
Sonó el primer acorde de Smith,
y luego un clásico fraseo
en el bajo de Simon Gallup
y todos nuestros demonios
se desataron.
Afirmábamos que The Cure
nos hablaba a nosotros ¿recuerdas?
Lloramos inconsolablemente con Apart
(aún me sigue sucediendo),
después bailamos hasta rompernos,
sin darle importancia a cosas como los pies.
Y simplemente sucedió.
No pudimos evitarlo.
Lo arruinamos todo con saliva y sudor y jadeos.
Se acabaron las sonrisas,
las estafas,
hasta las conversaciones largas
y las tardes sentados en las escaleras de la escuela.
A cambio vinieron horas y días enteros
de sexo enardecido,
de cicatrices,
de celos.
Pronto ya no quedó nada de nosotros,
sólo la promesa de asistir juntos
a un concierto de The Cure
(siempre The Cure),
aunque esto significara
atravesar el mismo infierno.
No volví a saber nada más de ti.
IV
Te vi en el concierto,
ibas con un oficinista.
Yo iba con el mejor de mis amigos.
Ya no eras Nina Hagen
y hace mucho que el cuervo en mi cabeza
emprendió el vuelo.
Al verme me saludaste con ese gesto de
“sabía que estaríamos aquí”.
Te perdiste entre la gente.
Cuando la banda hizo sonar
los primeros compases de Open
comencé a bailar,
seguramente tú hiciste lo mismo.
Es algo que no podemos evitar.
Mi amigo bailaba y lloraba emocionado.
(Ahora estoy seguro de que recuerdas el Wish)
Nunca supimos a dónde fue
todo lo que alguna vez deseamos.
(A veces extraño al tipo que era
cuando estábamos juntos)