Por La Tija |
El cuerpo de Víctor Jara fue víctima de
las patadas del gobierno, durante horas torturado, sus manos fueron manchadas a
pisotones pero él no dejó de tocar su guitarra, todos los encarcelados
presenciaron cómo los fusiles de la fuerza armada se enterraban uno a uno en las costillas de Víctor, el cual quedó firme, dando así entereza a los demás presos para no rendirse,
fue su canto en ese momento escuchado con más fuerza, su cara fue cubierta poco
a poco de sangre y fue obligado a comer las hojas de su libertad en donde
escribía las letras que jamás perecerían, pese a esto, su boca no calló. El príncipe, presuntuoso culpable de la
muerte de Jara lo golpeó hasta cansarse y pidió a otros cobardes que lo mataran
si se movía; siguió cantando así que decidieron fracturarle los brazos, sin
importarle, Víctor cantó más fuerte, retratando el gobierno de Allende, la
impunidad del los golpistas y por otro lado levantando en su voz la bandera de
la Revolución.
Hijo de la rebeldía chilena, Quiriquina lo cobijó en su seno por allá del año 1932, fue hijo de una familia pobre, en donde su madre, Amanda, era el pilar de la familia. Las notas que ella le regalaba en cada canción de la guitarra a lo largo de su infancia hicieron que Víctor conociera la música, los valores y la hermandad del pueblo. Jara vivió su inocencia al lado de sus hermanos, entre los paisajes y la diversidad de su país, lo que permitió fácilmente empaparse de ambientes y anécdotas para que crear las melodías que más adelante lo convertirían en el máximo representante de la Nueva Canción Chilena.
Son los años cincuenta y Chile atraviesa por
una situación difícil, el presidente en curso Gabriel González rompe sus
promesas de campaña ante las imposiciones del imperialismo y dicta la llamada Ley Maldita, en la cual se prohíbe la existencia
del Partido Comunista. Varias figuras públicas se ven afectadas y llevadas a
los campos de concentración por ser considerados líderes radicales, entre ellos
el poeta chileno Pablo Neruda, quien más adelante fungirá como un personaje
clave en la vida de Jara. A fines de esta década Salvador Allende, líder de la
izquierda chilena, es propuesto como candidato del Frente de Acción Popular.
Víctor estudió teología cuando era joven lo que complementó su formación, al poco tiempo se convierte en cantor, vocación que le cambiaría la vida por completo. Con el paso de los años sigue desarrollándose profesionalmente y forma parte del folclor chileno integrándose al grupo Cuncumén y a la par a las Juventudes Comunistas de Chile. El hambre de clamar justicia vivió en él desde joven, logrando descubrir en sí mismo facultades nuevas, entre ellas la composición el canto y la actuación. En todas sobresalió de manera inmediata y gracias a su talento como director de teatro logró conocer diferentes países del mundo, entre ellos Cuba, que le permitió tener una visión más amplia del mundo y orillándolo a definir la ideología revolucionaria. Durante este periodo escribe la canción “El Elegido” como homenaje a Ernesto “El Che” Guevara, cumpliendo una vez más con el embargo de escribir canciones de protesta cuyo sello delimita la nobleza y el coraje de manera conjunta en cada palabra.
La lucha en contra del imperialismo toca el corazón de
artistas como Violeta Parra, Pablo Neruda y el mismo Jara quien empieza a involucrarse
de manera directa en una batalla cultural defendiendo al pueblo y preservando
las tradiciones latinoamericanas que en ese momento se unían para derrocar a
los fascistas. Todos
identificados con el amor a los campesinos a defender su tierra y hablar de una
nueva canción que el propio Jara describe como revolucionaria porque
lucha contra la penetración imperialista y nueva porque está destinada a crear
una nueva sociedad.
Víctor se hace compañero de grandes figuras como las que comparten ideales y sin dejar a un lado su compromiso con la sociedad canta al pueblo al lado del grupo Quilapayún, Inti-Illimani, Rolando Alarcón y Violeta Parra de quien se hizo gran amigo. En el teatro conoció a su compañera de vida, la coreógrafa Joan Turner, quien le daría dos hijas Manuela y Amanda. En ese momento Víctor estaba realizado como persona, contaba con el cariño de amigos, de su familia, y trabajo en un país hermoso pero lleno de injusticias. -En los jóvenes está la respuesta – decía, por tal razón decide dar clases en la Universidad técnica de Chile.
Allende llega al poder gracias a la Unión Popular y el
pueblo festeja como nunca antes; esa situación se transformó en un parteaguas
en la historia del país y del mundo, porque se había logrado lo que en ningún
país latinoamericano antes: que la izquierda se consumara en el poder de manera
democrática. Los ojos del mundo en este momento, voltearon a ver a Chile.
Jara es nombrado Embajador Cultural por el presidente Salvador Allende y con ello conoce a fondo los pueblos chilenos llevándoles su música. -La mejor escuela de canto es la vida- decía. Los mineros, y la gente más humilde se convirtieron en la motivación de sus interpretaciones. Víctor luchaba por mejorar el panorama que se está viviendo en Chile con la mejor arma que en repetidas ocasiones se escuchó en el canto de todos. Siempre respeto a todo aquel que se contraponía a sus principios y buscó nuevas formas para persuadir al pueblo y demostrar así el gran compromiso que tenía con la sociedad. –A veces quisiera ser diez personas para hacer diez veces loque el pueblo necesita-.
El golpe de estado se veía venir desde
que Salvador Allende fue acusado de reformista y así fue como el 11 de
septiembre de 1973 el último llamado al pueblo por parte de presidente llegó. El
Palacio de la Moneda fue testigo de la presión del ejército el cual tomaba
fuerza, afortunado para los seguidores de Augusto Pinochet, pues era el
comienzo de una dictadura que dudaría 17 años, pero no así para la izquierda de
Chile. Allende debía entregar su puesto,
en caso de no hacerlo El Palacio sería bombardeado y atacado. “¡Nunca!”
respondió el presidente quien decidió no moverse demostrando así la lealtad a
su pueblo. A las pocas horas un comunicado dictaba: “Misión Cumplida. Moneda
tomada, el presidente ha muerto”. Allende, el hombre de la paz, había muerto en batalla.
El Jara de 1972 estaba consciente de que en la economía estaba pasando por un mal momento; el mercado negro se apodera de Chile y las empresas nacionales empiezan a perder dinero, por lo que Jara junto con otros compañeros realizaron trabajos comunitarios para impedir que se detuviera. La gente a partir de entonces lo escuchaba, admiraba y cantaba, convirtiéndolo en uno de los líderes más importantes de la época.
Víctor se encontraba en la universidad
cuando se entera de la muerte de Allende, donde decide llamar a los estudiantes
y juntos comienzan a cantar. Las ametralladoras se acercaban y su voz se
escuchaba cada vez menos, estudiantes y obreros entonces cantaron a gritos y ambos
sonidos compitieron. La universidad se convirtió en un fuerte, en una fortaleza
que poco a poco fue rodeada por tanques y sobrevolada por aviones
militares, los estudiantes de convertían para el nuevo gobierno de Pinochet en
una amenaza que irónicamente lo único que pedía era paz.
Los medios de comunicación ignoraron a Víctor Jara, pero el pueblo empezó a exigir sus canciones y la radio comenzó a hacerse también a favor del pueblo, nuevos artistas nacieron y la diversidad musical creció. Mediante canciones la gente comenzó a conocer más de su propia historia y de los movimientos sociales y políticos del resto de mundo. Jara compone entonces “Plegaria a un labrador” que más que una canción es un himno al campo, cuyo título hace referencia a los campesinos que regalan el trabajo de sus manos, dicha trova le otorgó el premio de la nueva canción chilena en el estadio de Chile, mismo donde después moriría.
Las radio emisoras del país intentaban
comunicar de manera rápida al pueblo de
Chile la situación que el país atravesada, la vista en el país era cada
vez menos favorable. La emisora comunista Magallanes que decidió seguir
hasta el final a pesar de los ataques aéreos transmitía “El pueblo unido” en
voz del grupo Quilapayún cuando la transmisión fue censurada y con ello el pueblo quedó incomunicado. La
respuesta de Víctor ante tal situación fue aún mejor “Cantaremos más fuerte que cualquier emisora”.
Su música y el talento por el teatro se internacionalizan y es invitado a Helsinki el Encuentro Internacional con la Juventud Vietnamita. Víctor admirado por su cultura, regresa a Chile para compartir sus experiencias y organiza marchas de Paz. Agradecido por la gran experiencia y con gran respeto escribe en honor al Presidente y poeta Ho Chi Minh la letra el “Derecho de vivir”.
Los estudiantes resistieron,
desafortunadamente los cañonazos permitieron después de horas la entrada del
ejército a la Universidad, Víctor Jara donde fue reconocido y junto con otros
luchadores sociales fue llevado al estadio de Chile, ya que las cárceles del
país estaban llenas de gente, demostrando que había cientos de miles de chilenos dispuestos a luchar por la causa. El Estadio Nacional de Chile -hoy llamado Estadio Nacional Víctor Jara-, mismo donde fue aplaudido por tantos
anteriormente cuando le fue otorgado el premio de la nueva canción chilena, se
convertía en esta ocasión en uno de los escenarios más atroces y terribles
antes imaginados: cuerpos apilados, torturas por doquier, reflectores que cegaban,
gritos, pánico, horror. No obstante, Víctor con esa sonrisa característica de
los chilenos animaba a los alumnos de la Universidad cantándoles y en esos cantos
transmitía la paz que sólo él podía darles en ese momento; Jara era padre,
hijo y hermano para todo aquel que quisiera unirse a la lucha.
El compromiso con el pueblo se acrecienta y un acontecimiento vuelve a marcar su vida. La muerte de un obrero en una manifestación en contra el terrorismo sirve de inspiración para una de las canciones más belleza compositor, “Cuando voy al trabajo” que narra la travesía de muchos trabajadores que en el pensamiento siempre llevan a aquellos seres que más aman sin imaginarse los contratiempos del destino.
Víctor Jara fue torturado y golpeado de
manera brutal, tachado de ser un líder de la oposición soportó durante horas el
maltrato por parte de los militares, costillas rotas, manos pisadas por las
botas, humillaciones, fracturas. Cuando los soldados se cansan de golpearlo,
Víctor conversaba con otros presos, algunos actualmente testigos de los
momentos tan atroces que vivieron, Víctor cuenta entonces que no escribe al
amor y a la vida por casualidad, sino por naturaleza, pero más del amor y a la vida,
Jara parece enfocarse a la lucha social del pueblo quizá por su pasado humilde
en el campo, quizá por el amor a su patria que inspiró a muchos, dueño de esos
ojos que vieron más allá de la crueldad, ese pulso firme para retratar la
hermandad y los personajes tan terrenales que dentro de toda su dureza logró
encontrar una luz de esperanza, pues ellos, decía, sólo reciben órdenes.
Jara empieza a organizar eventos masivos en donde la gente puede acercarse aún más a la música homenajeando a uno de sus más cercanos amigos, Pablo Neruda, el cual recientemente había ganado el Premio Nobel de Literatura, orgullo nacional. Neruda, fue el primero en advertir a la población acerca de la conspiración, Víctor y otros se unieron una vez más para luchar por sus derechos y los de la gente; no iban a permitir que lo que habían logrado en tanto tiempo se viniera abajo. Víctor convirtió en canción algunos poemas de su gran amigo que retrataban precisamente el luchar y no dejarse vencer. Jara luchó durante horas cantando, cantando, protestando pacíficamente, defendiendo Chile.
Las horas pasaban y con ello los días y
Víctor seguía en el estadio, sentado en una silla de madera vieja en un pasillo
donde veía gente entrar, pero nunca salir. Jamás se desanimó, brindaba sonrisas
a todos aquellos que lograban reconocerlo, sonrisas que a muchos reconfortaban el alma porque Víctor
supo darle vida a una situación muerta. Debido a los reflectores perdieron la noción
del tiempo, Víctor pidió una pluma y una libreta, y fue concedida por alguno de
los prisioneros y a pesar de encontrarse luchando por su propia vida no dejo en
ningún momento de pensar en los demás, y decidió plasmar en ella lo que estaba
pasando, fue así cuando adolorido por los golpes, los ojos cerrados por
hinchazón y las manos deshechas escribió “Somos más de cinco mil”, versos que retratan el espanto que la gente vivía en el interior del estadio.
El 16 de septiembre de 1973 Chile se vistió de luto, Víctor Jara había sido asesinado, su muerte marcó un hito en la historia del socialismo en el país, una vida más que cobro la dictadura para algunos, una vida menos para otros, pero una vida que ni la muerte supo callar. El otro ejército, el de la paz, conformado por mineros, obreros, estudiantes, y el pueblo; luchó sin imaginarse la pesadilla a la que se enfrentaban, pero convencidos de algo, no iban a dejar ver su país en manos de fascismo, no al menos, sin dar batalla.
“Así me enseñaron a comer en mi tierra” dijo
cuando le dieron huevo crudo para comer, era lo único que sus labios tocaron en
dos días, los golpes y las torturas no paraban, pero los ánimos de Víctor
tampoco. Finalmente dos soldados arrastraron a Victor a donde sería el lugar de
su muerte, él, logra arrojar la libreta en donde logró capturar sus últimos
momentos, presentía que su hora había llegado, la gente al ver que se lo llevan
no dejo de llorar y clamar justicia. ¡Viva Allende! Gritaban. Víctor Jara a los
pocos minutos y después de ser brutalmente golpeado una vez más, fue acribillado.
Su cuerpo fue arrojado a una pila de muchos otros que no resistieron. En la
morgue fue identificado tiempo después por Joan, la mujer que lo amó y luchó
junto a él durante todo este tiempo. La autopsia dio como resultado más de cuarenta balazos y fracturas en todo el cuerpo. José Paredes es el único procesado vivo, el pueblo a la fecha sigue
exigiendo justicia a la memoria de Víctor. Debido a la represión el cuerpo de Jara
no pudo tener una sepultura digna de un mártir. Dos personas acompañaron a
Joan Jara en su entierro clandestinamente. Augusto Pinochet, considerado como
uno de los principales genocidas en el mundo impuso una dictadura durante más
de una década y el crimen jamás se resolvió.
Una nueva autopsia realizada a los restos de Víctor años después, confirmó las torturas que todo mundo sabía porque nadie se había atrevido a decir, y al callarlo lo único que hicieron fue darle más fuerza a su voz que supo llevar en alto el pueblo chileno. Actualmente podemos escucharlo aún con sonrisa y alegres notas de voces de otros grandes que han decidido rendirle tributo como Silvio Rodríguez, Lila Downs, los Fabulosos Cadillacs, U2, Manuel García y Víctor Manuel entre otros.
Fue hasta hace algunos diciembres que los
restos de Víctor pudieron reunirse nuevamente con su familia para darle el
funeral merecido sin tener que esconderse como hace más de 30 años, sin
embargo como si hubiera sido ayer, el coraje y la pasión de los chilenos por la
lucha no cesa, y Víctor devolvió el espíritu revolucionario a su patria una vez
más después de muerto y el pueblo se unió más que nunca para alzar la cabeza y
agradecer a su tierra por la democracia. Hoy Víctor deja la vida volar en sus
canciones y acompaña a la cordillera chilena con su canto, el pueblo agradece
su vocación de cantor y a los cantores mismos que han acompañado la ideología de
Jara a lo largo del tiempo porque eso es ante todo su gran obra, un reflejo en
la lucha social revolucionaria.