IX [Avioncitos de unicel]-
Por Israel Miranda-
Era una mañana hermosa.
Llevabas puesta la sonrisa de las grandes ocasiones.
Yo me sentía (sospechosamente) bien.
Y era un día de esos raros
en que la Fatalidad que (normalmente) radica en (todas) las cosas
decide darte una tregua.
(Un amigo comentó alguna vez
que él tenía claro que la vida era algo más
que este maldito infortunio
y su continuo desencanto.
Que el amor no tenía por qué desvanecerse tan rápido,
para luego convertirse en lágrimas
y sangre
y estupidez.
Confiaba plenamente en que
“los buenos tiempos” existían,
sólo que a él aún no le habían tocado.
A mí tampoco.
Y de haber sucedido no lo habría notado.)
Escuchábamos música y bebíamos cerveza en el Puerto.
El sol inflamaba mis terribles ganas de amarte.
Compraste un alhajero y un llavero de conchitas.
Yo compré un avioncito de unicel.
Nos tomaban una polaroid (de a $25.°°)
cuando el aire descompuso tu cabello
y mi avioncito emprendió un vuelo prematuro, silencioso,
para luego hundirse en las sucias aguas del Golfo.
Mientras, el sol
incendiaba los cascos de los barcos
en el malecón.
Yo me sentía (sospechosamente) bien.
Y era un día de esos raros
en que la Fatalidad que (normalmente) radica en (todas) las cosas
decide darte una tregua.
(Un amigo comentó alguna vez
que él tenía claro que la vida era algo más
que este maldito infortunio
y su continuo desencanto.
Que el amor no tenía por qué desvanecerse tan rápido,
para luego convertirse en lágrimas
y sangre
y estupidez.
Confiaba plenamente en que
“los buenos tiempos” existían,
sólo que a él aún no le habían tocado.
A mí tampoco.
Y de haber sucedido no lo habría notado.)
Escuchábamos música y bebíamos cerveza en el Puerto.
El sol inflamaba mis terribles ganas de amarte.
Compraste un alhajero y un llavero de conchitas.
Yo compré un avioncito de unicel.
Nos tomaban una polaroid (de a $25.°°)
cuando el aire descompuso tu cabello
y mi avioncito emprendió un vuelo prematuro, silencioso,
para luego hundirse en las sucias aguas del Golfo.
Mientras, el sol
incendiaba los cascos de los barcos
en el malecón.