Por Israel Miranda-
Lo primero que hicimos al llegar a casa
fue destapar otro par de cervezas.
Puse el Plastic Ono Band
y se vio sorprendida.
–Nunca había escuchado a Lennon– dijo,
–es hermoso… suena tan… triste–
Comenzó a bailar y a desnudarse.
Yo la miraba (sentado en el suelo)
y me sentía el descubridor de América.
Jamás vi a Dios tan de cerca y lo maldije.
–No puede durar– pensé.
Apuré mi cerveza y la besé.
Era húmeda, cálida. Tenía al trópico en la lengua
y lo desató en mi boca.
Tenía al trópico en medio del cuerpo,
y también lo desató.
Y yo era el descubridor de América.
(Eran casi las cuatro de la madrugada.)
Nos fuimos a dormir.
Ella quiso lavarse los dientes pero no había agua. (A veces el grifo se tapa y necesita un poco de presión. Así que abrimos ambas llaves para ver si funcionaba pero no, no había agua). Nos fuimos a dormir.
Me despertaron las malditas ganas de orinar y descargar la tripa. Me dolía la cabeza. Me senté a la orilla del colchón, que estaba en el piso. Aún sigue en el piso. Cuando mis pies tocaron suelo se congelaron. Me levanté y escuché el agua cayendo del lavabo.
–¡Nos estamos inundando!– le grité. Estaba sumergido hasta los tobillos. Corrí hacia la sala para cerciorarme de que mis discos estaban a salvo (los guardaba en una caja de cartón a ras de suelo), por fortuna habían sobrevivido. Cerré las llaves.
Ella seguía dormida sobre el colchón empapado.
–Estamos inundados– le dije.
Se frotó los ojos, se sentó a la cama
y cuando puso los pies en el suelo gritó.
Yo reía.
–¡Estamos inundados!–
decía mientras se secaba los pies con las cobijas.
Subimos el colchón a la azotea.
Era un día caluroso, el ultimo de otoño.
Arreglamos la casa.
Nada que en verdad valiera la pena
se había arruinado.
Al mediodía el colchón estaba seco.
Subimos unas cervezas
y algunos libros, era un día caluroso
y esperamos a que cayera la tarde,
recostados.
Lo primero que hicimos al llegar a casa
fue destapar otro par de cervezas.
Puse el Plastic Ono Band
y se vio sorprendida.
–Nunca había escuchado a Lennon– dijo,
–es hermoso… suena tan… triste–
Comenzó a bailar y a desnudarse.
Yo la miraba (sentado en el suelo)
y me sentía el descubridor de América.
Jamás vi a Dios tan de cerca y lo maldije.
–No puede durar– pensé.
Apuré mi cerveza y la besé.
Era húmeda, cálida. Tenía al trópico en la lengua
y lo desató en mi boca.
Tenía al trópico en medio del cuerpo,
y también lo desató.
Y yo era el descubridor de América.
(Eran casi las cuatro de la madrugada.)
Nos fuimos a dormir.
Ella quiso lavarse los dientes pero no había agua. (A veces el grifo se tapa y necesita un poco de presión. Así que abrimos ambas llaves para ver si funcionaba pero no, no había agua). Nos fuimos a dormir.
Me despertaron las malditas ganas de orinar y descargar la tripa. Me dolía la cabeza. Me senté a la orilla del colchón, que estaba en el piso. Aún sigue en el piso. Cuando mis pies tocaron suelo se congelaron. Me levanté y escuché el agua cayendo del lavabo.
–¡Nos estamos inundando!– le grité. Estaba sumergido hasta los tobillos. Corrí hacia la sala para cerciorarme de que mis discos estaban a salvo (los guardaba en una caja de cartón a ras de suelo), por fortuna habían sobrevivido. Cerré las llaves.
Ella seguía dormida sobre el colchón empapado.
–Estamos inundados– le dije.
Se frotó los ojos, se sentó a la cama
y cuando puso los pies en el suelo gritó.
Yo reía.
–¡Estamos inundados!–
decía mientras se secaba los pies con las cobijas.
Subimos el colchón a la azotea.
Era un día caluroso, el ultimo de otoño.
Arreglamos la casa.
Nada que en verdad valiera la pena
se había arruinado.
Al mediodía el colchón estaba seco.
Subimos unas cervezas
y algunos libros, era un día caluroso
y esperamos a que cayera la tarde,
recostados.
ha escrito algunos libros de poesía: Polaroids, Muro de silencio, El monstruo de arriba de la cama y Porno para perdedores y otros sucios hábitos; además de uno de narrativa: Palabras de Sabiduría. Además de escribidor, 'el Miranda' es músico, diseñador, maestro y filósofo.