Primera Posición-
Por Liliana Esparza-
Con ambos pies en el escenario y
el primer acorde inicia a escribir una historia usando su cuerpo a manera de
tinta. Entrega todo cuanto tiene, sin que te des cuenta te envuelve con sus
movimientos y pierdes el control de tus emociones para volar con las suyas.
Fuiste seducido y nace en tu
interior un carnaval de emociones extranjeras que festejan el triunfo de un
artista que en un juego macabro entró por tus pupilas despertando tus demás
sentidos haciéndote su esclavo.
¡Qué placer tan grande vivir por
un momento a capricho de quien baila! Llorar, reír, amar, ser manipulado a su
antojo y vibrar con los diamantes invisibles expulsados de sus poros, todo sin
sentir ni por un segundo su piel contra la tuya. Te hizo suyo y en cualquier
momento puede cambiarte la jugada, volverse malévolo y volverte a ti también, o
volverse un ángel, y volverte a ti también. Qué afortunados nosotros
espectadores que por un suspiro olvidamos quiénes somos para ser en ellos.
Cuanta frialdad de su parte en
cocinar por meses manjares para el corazón cargados de electricidad –cuyo
origen está muy lejos de las leyes físicas- que no sólo nos tumban a sus pies y
nos desnudan el alma, sino que nos hacen agradecerles por ser las víctimas de
su malicia.
Volcanes enormes se despiertan si
por acto divino cruzas mirada con tu seductor, ahora están conectados con un
hilito dorado que mide milésimas de segundo pero que te hace parte de su
historia, ubicándote en algún lugar de su traviesa mente, es obvio que tu
fuiste testigo de su paso por la Tierra, pero ahora él también es testigo del
tuyo.
Ni el sudor, ni el color de sus
mejillas, ni lo agitado de sus respiraciones convierten a ese dios en un
mortal, porque las bengalas de su actuación vivirán eternamente en tu memoria y
en la de todas las almas que dan testimonio de su existencia mostrando al mundo
la estela de su arte a futuras generaciones.
Cuando el milagro concluye
despedimos a los dioses de la danza con la muestra más limpia de admiración que
tenemos y lloramos por un sentimiento que no tiene nombre recobrando la
pertenencia de nuestras emociones, esperando la oportunidad para perderla de
nuevo.
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La Autora: Enamorada del mar, amante de la danza y adicta a los helados. Sueño despierta, bailo sin darme cuenta, aprendo Ori Tahiti, uso labial rojo y estoy siempre despeinada.
La Autora: Enamorada del mar, amante de la danza y adicta a los helados. Sueño despierta, bailo sin darme cuenta, aprendo Ori Tahiti, uso labial rojo y estoy siempre despeinada.