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Rosario de casas: la apuesta por la jardinería del Museo Escárcega


Por Reyes Rojas | Fotos: Diego Ramírez


“¿Hay algún otro goce, salvo la jardinería, que pida tanto y dé tanto? No conozco otro excepto, quizá, la escritura de un poema. Son muy parecidos, incluso en la cantidad de desperdicio que hay que aceptar en aras a un casual y raro goce, en el caso de que se consiga. [...] La jardinería es una de las recompensas de la madurez, cuando la persona está preparada para una pasión impersonal, una pasión que exige paciencia, una aguda conciencia del mundo fuera de uno mismo y el poder para seguir creciendo a pesar de la sequía o la cruda nevada, hacia esos momentos de puro goce en que todos los fracasos se olvidan y florece el ciruelo.

May  Sarton


Museo Escárcega es un laberinto gozoso. Caminarlo por primera vez es casi un sueño lyncheano de portezuelas y pasillos insospechados. Único en su arquitectura, en su colección y los en motivos de su creación, su sola existencia es una prueba viviente (porque es verdad que este museo respira) de la paciencia y la pasión impersonal que menciona Sarton al comparar la jardinería con la hechura de un poema. 

El museo, se encuentra en Ezequiel A. Chávez 311, en el histórico Barrio de la Purísima. Este espacio cultural independiente, fundado y sostenido por el ingeniero Eduardo Escárcega, alberga una destacada colección de arte gráfico mexicano que el ingeniero y empresario Eduardo Escárcega, ha reunido por más de cuarenta años.  El edificio ha funcionado también como taller, foro y punto de encuentro para la creación y la memoria.

Todo empezó cuando Escárcega, su fundador, era estudiante de ingeniería en la UNAM. Ahí, por obligación, cursó una materia humanística en la Facultad de Filosofía que lo introdujo al mundo del arte, la literatura y algo más profundo: una manera de vivir.

“En la UNAM me tocó arte y literatura. Me sobrecogió todo lo relacionado con la creación, la palabra, el lenguaje. Ahí entendí que el arte toca el alma.”

A la par, ya trabajaba. Con sus primeros sueldos, se iba a la Zona Rosa de los años 70, visitaba galerías y preguntaba si podía comprar obras en abonos. Algunas veces le decían que sí. Las iba guardando en un cuartito de azotea que usaba como bodega. No pensaba en colgarlas en su sala. Su plan era mostrarlas algún día.

“Jamás pensé en tenerlas sólo para mí. Siempre imaginé compartirlas. Quería que tocaran el corazón de otros.”


Lo que crece despacio echa raíz

Hoy, el museo tiene 18 salas y más de dos mil piezas de arte mexicano, sobre todo gráfica. Muchas obras son de artistas cercanos al propio Escárcega, como Rafael Zepeda, Gabriel Macotela, Luis Filcer y Octavio Bajonero. Otras forman parte de una colección de hidrocálidos e hidrocálidas que celebra el arte local.

“Me interesa que los jóvenes reconozcan a quienes dieron todo por Aguascalientes. Que sepan quién fue Paloma Müller, por ejemplo, que conozcan su esencia y la de sus padres.”

El museo se construyó poco a poco. Primero compró una casa vieja. Luego otra justo a un lado, y así continuó durante los años, hasta armar el rosario de casas que lo conforma.

“Muchos me preguntaban cómo hice todo desde la nada. Y les digo lo mismo que decía Ernesto Sábato: unos creen que fue suerte, otros chiripada. ¿Tú crees en milagros? Yo sí.”

A diferencia de muchos proyectos culturales que buscan financiamiento institucional desde el inicio, Escárcega decidió levantar el museo de manera completamente independiente. No por falta de confianza en las instituciones, sino por una apuesta clara por la autonomía creativa. Según cuenta, ese camino permitió tomar decisiones sin presiones externas y mantener una visión personal del proyecto, cuidando cada detalle desde la restauración de las casas hasta la curaduría de cada sala. Aun así, no se aisló: colabora con museos públicos, presta obra y está totalmente abierto a convenios. Pero el control, como en un jardín cuidado a mano, nunca lo abandona.


Un taller, un foro y un camioncito

Además de las salas de exhibición, el museo tiene un taller gráfico con prensas y litografía. Antes de la pandemia, Escárcega invitaba a un artista al año para crear ahí durante 15 días o más.

También hizo un pequeño foro escénico pensado para obras teatro, música y performance.

“Hoy está en pausa, pero pronto volverá a la actividad”, comenta el ingeniero.

Una de las iniciativas más queridas del museo ha sido el camioncito, que servía para traer niños de colonias lejanas al centro de la ciudad. En el museo, los recibían recitales, charlas y actividades sobre arte.

Escárcega no mide su trabajo por el impacto inmediato. Prefiere seguir sembrando sin esperar. Dice que el museo es como un sembrador: reparte semillas y no mira atrás. Algunas no germinan. Otras florecen.

“Queríamos que vieran que ellos también podían tocar un instrumento, que podían hacer arte. Era todo. Esa semilla basta.”


Del trabajo técnico a la acción cultural

Aunque pueda parecer extraño, para Eduardo Escárcega dirigir una empresa y construir un museo tienen más en común de lo que uno pensaría. En ambos casos se requiere visión de largo plazo, atención al detalle, cuidado de los recursos y, sobre todo, una ética de trabajo basada en la responsabilidad con los otros. Su empresa, SIICA, dedicada a la seguridad industrial, fue fundada con los mismos principios con los que levantó el museo: servicio, compromiso y búsqueda constante de calidad.

Escárcega no ve al arte como algo ajeno a su formación técnica, sino como un componente esencial para desarrollar sensibilidad, incluso en los contextos más duros o estructurados. Para él, un ingeniero que escucha buena música, que ha leído poesía o que ha contemplado una buena obra, tomará decisiones con mayor conciencia, no sólo técnica sino también humana.

Con el museo, ha demostrado que el trabajo empresarial también puede traducirse en una acción cultural, si está guiado por valores claros. La gestión, la planeación y la administración —habitualmente vistas como herramientas secas— pueden volverse aliadas del arte cuando se aplican con inteligencia y sensibilidad. En este caso, no solamente para producir utilidades, sino para proteger y compartir belleza, historia y memoria.

En tiempos donde la administración pública parece mirar con total indiferencia a la cultura local —dejando museos sin presupuesto o en total abandono, bibliotecas vacías, artistas sin espacios y acceso sesgado a centros culturales—, iniciativas como el Museo Escárcega demuestran que aún es posible cultivar sin esperar a que el Estado riegue. Que la cultura florezca en la iniciativa privada, en lo íntimo, en lo afectivo, no exime a los gobiernos de su responsabilidad, pero sí señala con claridad que, incluso ante la aridez más rígida, diríamos volviendo a May Sarton, hay quienes siguen haciendo jardinería.

 


El Lobo Estepario: perderse para encontrarse (y no morir en el intento)

Náuseas y otras lecturas | Por Sabina Aruña 


Un lobo entre humanos domesticados

Si alguna vez te has sentido como un bicho raro, como alguien que no encaja, como si estuvieras hecho de otra sustancia más densa y triste que el resto de los humanos funcionales que sonríen en la fila del banco... entonces El lobo estepario de Hermann Hesse puede que no solo te entienda, sino que te abrace con una copa de vino en una noche larga y existencial.

Esta novela no es una historia con inicio, nudo y desenlace al estilo Disney. Es más bien como abrir el diario de alguien que se está desmoronando por dentro, pero que tiene la lucidez (y la honestidad brutal) de admitirlo. Harry Haller, el protagonista, no soporta el mundo en el que vive. Lo encuentra superficial, burgués, predecible, y él —con su sensibilidad a flor de piel y su desesperanza crónica— se siente como un lobo atrapado entre humanos domesticados. De ahí el apodo: el lobo estepario. Medio hombre, medio bestia, completamente jodido.


Una rabia silenciosa contra lo normal

Lo que hace especial esta novela es que no trata de "curar" a Harry ni te ofrece fórmulas mágicas. Aquí se habla de depresión de verdad, de la angustia existencial que te deja paralizado en tu sillón viendo cómo todo el mundo sigue su rutina sin preguntarse nada. Hesse pone sobre la mesa el conflicto entre el individuo que piensa y siente demasiado y una sociedad que premia la comodidad y la estabilidad por encima de todo.

"Porque esto es lo que más odiaba, detestaba y maldecía, principalmente en mi fuero interno: esta autosatisfacción, esta salud y comodidad, este cuidado optimismo del burgués, esta bien alimentada y próspera disciplina de todo lo mediocre, normal y corriente."

¡Zas! ¿Cuántos de nosotros no hemos sentido esa rabia silenciosa contra lo "normal"? Contra esa gente que parece tan feliz con su coche nuevo, su casa de interés medio, sus vacaciones en Cancún y sus conversaciones de oficina sobre promociones y seguros médicos. Mientras tanto, tú estás ahí, sintiendo que te estás pudriendo por dentro, que la vida no tiene un sentido claro, que todo es repetición y ruido blanco.


No hay moraleja, hay espejos

A medida que avanzamos en el libro, Harry se encuentra con personajes que, en lugar de sacarlo de su agujero con frases bonitas, lo empujan más adentro... pero para que vea que hay más allá. Hermine, por ejemplo, le muestra un mundo de placer, música, baile, contradicción y posibilidad.

Y luego está el famoso "Teatro Mágico": una especie de viaje simbólico al corazón de su propia mente, donde enfrenta todos sus yoes posibles, sus miedos, sus deseos reprimidos y su necesidad de romperse para comprenderse.

Leer El lobo estepario en momentos de crisis existencial puede ser como mirar a un espejo roto: duele, pero también te muestra partes de ti que nunca habías querido ver. No te da respuestas, pero te hace las preguntas correctas. No te dice "todo va a estar bien", pero te dice "no estás solo en esto".

"Yo no tenía vocación para estar feliz en el mundo. Me faltaba el arte de vivir, el arte de ser feliz."

Simple, directo, demoledor.


¿Y quién era ese tal Hesse?

Hermann Hesse no escribía desde una torre de marfil. Él mismo estuvo roto: perdió seres queridos, sufrió depresiones severas, se alejó de su país, de su familia y hasta de sí mismo. El lobo estepario fue, de hecho, su forma de sobrevivirse. Lo escribió en uno de sus peores momentos personales, como una especie de catarsis literaria.

Y si te quedas con ganas de más, no te detengas ahí: Demian es otra joya que explora la dualidad interior entre lo que mostramos y lo que reprimimos. Siddhartha, por su parte, es ideal si lo que necesitas es tomar aire, pensar en el camino, el ego y el silencio interior, sin caer en el rollo de gurú barato.


Para cerrar (sin moraleja)

Leer a Hesse es como emprender un viaje sin mapa por tu propio laberinto mental. No te promete una salida, pero sí te ofrece compañía. A veces, eso es lo único que necesitas para seguir caminando.

Así que si estás medio roto, no huyas del dolor: ábrele un libro de Hesse y déjalo hablarte. Tal vez no te salve, pero te va a hacer sentir menos raro.

Y eso, créeme, ya es bastante.



Texto: Sabina Aruña. Habla con Cioran como si fuera su tío lejano. Relee a Camus con insomnio y encuentra sentido justo donde nadie más lo ve. Cree que la lucidez es una condena y la escritura, un mal necesario. Vive rodeada de libros subrayados y tazas de café frío.
Obra reseñada: El lobo estepario, de Hermann Hesse

Año de publicación original: 1927
Traducción recomendada: Juan José del Solar, Ediciones Alianza

La nueva "Superman", no apta para masculinades tóxicas



Cinetiketas | Jaime López


La tan esperada película de "Superman", de James Gunn, en términos generales cumple con entretener a la audiencia; ahora bien, si se trata de catalogarla como un goce máximo, eso ya dependerá de los gustos, parámetros, incluso, idiosincrasia de cada espectador.

Entonces, muy probablemente las generaciones más adultas no la diafrutarán tanto, es más, aquellas que tengan pensamientos o actitudes arcaicas podrían hasta rechazarla, como consecuencia del cambio de personalidad al que fue sometido en este filme el también llamado "Hombre de acero".

Y es que Gunn, quien también se hace cargo del guion, decide alejarse de la estética sombría que Zack Snyder le otorgó al personaje, presentando en su lugar a un protagonista más vulnerable, que incluso es derrotado en distintas peleas.

Lo anterior no ha sido aceptado principalmente por el público heteronormado, que no quiere ver a su ídolo adaptado a los tiempos actuales y que, regularmente, es amante de las películas llenas de esteroides.

En contraste, hay voces que aplauden la modificación en el comportamiento de "Superman", porque sienten más identificación y porque el realizador pondera la humanidad sobre la divinidad.

Además, agradecen que la paleta fotográfica sea más colorida, pues hay secuencias que se asemejan más a la estética de los cómics.

Por otro lado, Gunn utiliza el humor ácido de su "Guardianes de la Galaxia". Humor que es gozado por una buena parte de la audiencia, pero que resulta desesperante para otro segmento del público.

En lo que sí existe un consenso positivo es en la inclusión de "Krypto", así como en la actuación de Nicholas Hoult como "Lex Luthor", el eterno némesis de "Kal-El".

El primero es la mascota o perro de la familia de "Superman", que es recreado sublimente en sus movimientos, miradas, ladridos y hasta características físicas. De hecho, debería tener una nominación en los Annie Awards, en la categoría de Mejor Diseño en Computadora para un Personaje.

El segundo tiene una grandiosa participación, en la que se destaca su mentalidad, poses y actitud, que realmente transmiten la personalidad de un tipo lleno de envidia, pero sumamente brillante en sus planes.

Por otro lado, el filme de Gunn cuenta con un elenco secundario digno de destacarse, principalmente, María Gabriela de Faría como "Angela" y Edi Gathegi como "Terrific", quienes se roban varias de las escenas en las que aparecen gracias a su carisma y fuerte presencia.



En cuanto al giro argumental que Gunn le da al propósito de "Superman" probablemente no es del todo creíble, pero se agradece el riesgo del creativo para hablar de temas como elegir la justicia y el bien de manera voluntaria y no por una imposición familiar.

Al final, la nueva película acerca de "Superman" no resulta para nada aburrida y la mayoría de sus efectos visuales, junto con su diseño sonoro, son disfrutables de principio a fin.

En cuanto a su protagonista, David Corenswet, les guste o no a las masculinidades tóxicas que insisten en ver al héroe alienígena sumamente competitivo, hace una labor decorosa.

En conclusión, la nueva "Superman" no es fastidiosa de ver y tiene momentos muy agradables, a pesar de no ser épica como "El caballero de la noche", de Nolan, en la cual el estelar también duda de su misión; además, carece de ese brillante y sólido manejo del sarcasmo característico de "El escuadrón suicida", filme del año 2021.

"Concierto para otras manos", un documental con gran final y sin ninguna condescendencia


Cinetiketas | Jaime López



La ópera prima de Ernesto González Díaz, "Concierto para otras manos", no solamente compite como Mejor Largometraje Documental dentro de la edición 2025 del premio Ariel, sino también es un retrato fílmico inspirador sobre la relación entre David González Ladrón de Guevara, un pianista joven, y José Luis González, padre y maestro musical de dicho joven.

Dicha relación no es endulcorada por el realizador, ni tampoco abordada desde una perspectiva maniqueísta que recurra a la denominada "pornografía emocional".

Al contrario, González Díaz muestra a David y su padre en los momentos cotidianos de su interacción, lo que incluye aquellos en los que no hay coincidencias entre ambos o en donde salen a relucir sus enojos.

Eso último se agradece, porque el director, guionista y editor evita la condescendencia al hablar respecto a su protagonista, un músico que nació con el Síndrome de Miller, cuyos síntomas son alteraciones en los sentidos, así como en las extremidades.

En el caso de David, cada uno de sus pies y manos tienen solamente cuatro dedos; su brazo derecho es menos largo que el izquierdo, y además padece sordera.

Narrativamente, el director/escritor divide su documental en cinco partes basadas en los nombres de distintos movimientos musicales, que anticipan el ritmo lento o frenético que tendrán sus secuencias.

Eso es un plus para su historia, en donde también se permite a la audiencia conocer a David como un ser humano con virtudes y defectos, que está madurando a la par de la relación con su padre y que, en sus momentos de ocio, le gusta oír reguetón o entretenerse con videojuegos.

Asimismo, hay que resaltar la oportuna fotografía de Rafa Ramírez y Daniel Gama, quienes no se sienten como dos intrusos en el día a dia del joven músico, captando sus rutinas sin condescendencias, pues plasman sin manipulaciones los distintos hábitos de David, al que le dan un tratamiento visual idéntico al que le otorgarían a una persona sin alguna discapacidad.

Por otro lado, los cinefotógrafos filmaron distintos ángulos de las prácticas o ensayos de David y su padre, tanto cuando están juntos como cuando se preparan de manera individual. Esto ayuda a que el relato no se sienta monótono.

Y qué decir de la secuencia final en donde la audiencia puede disfrutar del "Himno de la esperanza", la partitura compuesta por el joven en su etapa más adulta y que también muestra la consolidación de su arte, así como su independencia creativa y emocional. Un momento sublime de cine, con un estupendo sonido directo cortesía de Edith San.



La importancia de llamarse Ozzy

Nicolás Salvatierra | Tripulación Sputnik


En el panteón del rock, hay nombres que se pronuncian con respeto reverencial. Luego está Ozzy Osbourne, cuyo nombre no se dice: se grita. Más que un cantante, es una figura mitológica, el tipo de artista que aparece una vez por generación y que termina moldeando a todas las que vienen después.

Nacido en Birmingham, Inglaterra, Ozzy emergió como la voz icónica de Black Sabbath, banda fundacional del heavy metal. Lo que hicieron en los años 70 no fue simplemente música pesada: fue la invención de un lenguaje nuevo. Los riffs ominosos de Tony Iommi, la batería ritual de Bill Ward, el bajo hipnótico de Geezer Butler… y la voz de Ozzy como invocación profana. Sin Sabbath, bandas como Metallica, Slayer, Iron Maiden o incluso Nirvana no existirían tal como las conocemos.

“Black Sabbath lo empezó todo. Ozzy fue nuestra puerta de entrada al infierno… y al metal.”
— James Hetfield, Metallica


Ozzy: El solista visionario

Tras su expulsión de Sabbath en 1979, Ozzy fue dado por muerto (musicalmente). Pero lo que hizo fue resucitar con aún más poder. Su primer disco solista, Blizzard of Ozz (1980), fue un golpe en la mesa: brillante, oscuro, técnico. Con la incorporación del joven guitarrista Randy Rhoads, Ozzy mezcló el metal con arreglos neoclásicos, dotando a sus canciones de una sofisticación inesperada. Canciones como "Mr. Crowley" y "Crazy Train" se convirtieron en himnos de una nueva era.

“Ozzy me enseñó que el metal puede ser teatral sin dejar de ser brutal.”
— Tobias Forge, Ghost


El árbol genealógico de Ozzy

Ozzy no solo hizo historia: es el tronco del que brotan ramas que van desde el doom hasta el metalcore. Su influencia se puede rastrear en:

  • Slipknot, cuyo concepto de banda como espectáculo aterrador tiene ecos del Ozzy más performático.

  • Ghost, con una estética litúrgica satánica que bien podría ser nieta de Sabbath.

  • Avenged Sevenfold, herederos de los solos pirotécnicos y los coros grandilocuentes que Ozzy solía levantar como catedrales del caos.

  • Bring Me The Horizon, quienes fusionan metal con electrónica y pop, con la misma libertad creativa que Ozzy abrazó en su carrera.

Incluso Travis Scott ha sampleado a Black Sabbath, y Post Malone ha colaborado con Ozzy. El Príncipe de las Tinieblas no sólo ha influenciado a los que visten de negro: también ha dejado huella en quienes juegan con lo comercial y lo experimental.

“Ozzy es eterno. Estar con él en el estudio fue como grabar con una leyenda viviente, porque eso es.”
— Post Malone


Más que un personaje

Es fácil ver a Ozzy como el loco adorable de los reality shows, el tipo que mordió la cabeza de un murciélago, que hablaba entre dientes en MTV. Pero detrás de eso hay un músico que entendió algo esencial: el rock no es solo sonido, también es atmósfera, identidad, legado.

Por eso, para quienes hoy escuchan bandas como Sleep Token, Architects o Bad Omens y creen estar oyendo algo nuevo: sí lo es, pero también es un eco. Uno que comenzó hace más de 50 años con un joven tartamudo de Birmingham que encontró en el rock una forma de hablarle al mundo.

Ozzy no es pasado. Es ADN.



"Exterminio: la evolución", la madurez de Boyle-Garland y una reflexión sobre la pérdida de la inocencia


Cinetiketas | Jaime López


A casi 23 años de haber revitalizado el subgénero de muertos vivientes o zombies, el realizador británico Danny Boyle retoma la saga de "28 días después" o "Exterminio" como director vía "28 años después" o "Exterminio: la evolución".

Y lo hace de la mano de Alex Garland, el guionista o creador de la obra original que, desde 2015, combina su habilidad para la escritura con la realización.

Tener nuevamente a los dos juntos no solamente era un gran atractivo para sus seguidores, sino también para las y los amantes del género. Si a esto se añade que "Exterminio: la evolución" es una de las películas de 2025 con los mejores avances promocionales, la expectativa sobre el resultado final era bastante alta.

En resumen, la cinta es cumplidora en términos visuales y mantiene la edición frenética que ha caracterizado la filmografía de Boyle, sobre todo, en propuestas como "Trainspotting", "Millions" y "Slumdog millonarie".

Sin embargo, se percibe una preocupación más filosófica y madura de Boyle por un tema universal: la muerte. Quizá esto se deba a la actual edad del prestigiado director, que ya rebasa los 68 años.

Así, "Exterminio: la evolución" es dueña de múltiples secuencias pausadas, que contrastan con el acelerado ritmo del filme de 2002, en donde la novedad radicaba en la gran velocidad otorgada a los muertos vivientes.

Ahora, Boyle y Garland le dan varios respiros al público para meditar sobre la finitud de la existencia y los distintos tipos de decesos que puede tener el ser humano.

De hecho, en un momento de la historia, un personaje inesperado, interpretado por un reciente actor nominado al premio Oscar, le dice al joven protagonista que hay muertes pacíficas, en las que la gente se despide con amor.

Ese momento del guion no es solamente uno de los más sublimes de la secuela de "Exterminio", sino también es la que resume la hipótesis de esta reseña.

Eso sí, algunos espectadores que esperaban más persecuciones o derramamiento de sangre, saldrán desencantados, incluso, considerarán demasiado sentimental la reflexión planteada por la dupla Boyle-Garland.

Pero ojo, "Exterminio: la evolución" también es un filme sobre la pérdida de la inocencia, pues su estelar es un niño de 12 años que es obligado por su padre a aprender a matar muertos vivientes y que tiene a una madre moribunda, la cual padece alteraciones de ánimo y fuertes dolores de cabeza.

A la par de ello, Boyle y Garland tejen otra historia secundaria que anticipa una nueva obra de zombies, probablemente más sanguinaria y vertiginosa, pero también con una carga social más evidente.


De hecho, la distribuidora ya confirmó que la continuación llegará 28 semanas después del estreno de "Exterminio: la evolución", es decir, en enero de 2026.

En cuanto a las novedades visuales, los creadores británicos presentan una gama de muertos vivientes, desde lentos y rastreros hasta alfas, que son más altos y similares a los pobladores "no infectados".

Al final, la película es sumamente profesional, bien contada, con un paisaje sonoro inquietante y una edición que atrapa a distintas generaciones de espectadores. Recomendable.



Letrinas: Un facial no se le niega a nadie



Un facial no se le niega a nadie

Conrado Parraguirre

 

Ese día regresé de noche a casa, y como soy un tipo precarizado, cuando me encuentro en la calle, casi nunca tengo saldo en mi celular. Así que al atravesar el umbral de mi domicilio recibí una notificación bastante inusual. Una vecina me mandó un mensaje: “Hola, buenas tardes”.

Respondí con la cortesía habitual, y pregunté si se le ofrecía algo. La respuesta no tardo en esperar.

“Era para saber si podría hacerte un facial, es gratuito. Si puedes mañana temprano con gusto”.

Ponderé la situación un momento, pues nada es gratis en esta vida, de tal modo que consulté con esta amable persona si era necesario llevar algo en particular y el horario para tal procedimiento. Me dijo que nada, y me propuso un horario de ocho de la mañana; y además me cuestionó si quería que lo hiciéramos en su casa o en la mía. Al final concordamos que en la de ella.

A cierta edad, uno se hace ideas, pues mi vecina es una mujer divorciada, madre soltera, y a criterio propio, bastante atractiva. De cualquier forma, frené el poni de la fantasía, y me dije, bueno, un facial no se le niega nadie.

Al día siguiente me bañé, tomé un poco de café y comí un plátano. Me mentalice un poco, pues interactuar con otros y someterse a cualquier tratamiento requiere algo de voluntad. Llegada la hora me apersone en su residencia con mi rostro atropellado para empezar la labor. Me invitó a pasar y me condujo a su comedor. Sobre la mesa tenía el material para trabajar. Cortésmente me pidió sentarme en una silla que se encontraba justo en el centro de la habitación. Le pregunté si aquello era su nuevo emprendimiento. Rió un poco y explicó que además de su trabajo esto era algo que también hacía.

Prendió un incienso aromático, tomó un pequeño envase con atomizador, y comenzó el procedimiento. “Te voy a aplicar un poco de esto en tu rostro, es hielo seco, cierra bien los ojos y la boca”. Procedí a seguir las indicaciones. Sentí el líquido y una sensación de ardor, comenzó a invadir mi cara. “¿Cómo lo sientes?”. A pesar de la ligera molestia contesté que bien. “Bueno, te voy a poner una crema en tu pelo también”. Se puso detrás mío y comenzó a frotar el cabello con sus manos, intercalándolo con un masajeador anti estrés, de esos que parecen tener patas de araña. En ocasiones también sentía el roce de sus pechos en mi nuca.

Traté de relajarme, pero ella también se notaba un tanto nerviosa. Comenzó a preguntarme sobre mi vida, el trabajo y mis relaciones sentimentales. Y pues yo no tengo novia, ni trabajo, y sospecho que vida tampoco. Tomó el envase del hielo seco de nuevo, y continúo con las mismas indicaciones. El calor se intensificó. “Si sientes malestar o algo, grita, no te detengas, es más si quieres miéntame la madre”. Mientras atravesaba aquel dolor, pensaba, ¡Carajo! ¿es esto parte del proceso?, uno nunca sabe qué clase de perversiones tienen los residentes con quienes te topas en los pasillos.

Tomó el atomizador de nuevo. “Te voy a rociar un poco más”. Al ver que la sustancia empezaba a escurrir sobre mi ropa, me dijo: “A ver, quítate la camisa, te voy a poner un poco en tu cuerpo”.

Estaba aturdido por el escozor y la situación; así que obedecí y me quité la camisa. Me pidió quedarme de pie. Agarró una crema, y comenzó a untarla en mi espalda y mi pecho. ¿Qué está pasando? ¿Estos faciales abarcan más que la cara? me pregunté. En ese momento sacó un tapete de yoga, lo extendió en el piso y me pidió que me recostará boca abajo, para hacerme un masaje en la espalda. Bueno la cosa ya se está poniendo interesante, me dije.

Ahí tumbado comenzó a sobarme desde los hombros hasta mi espalda baja, en el límite del pantalón. De pronto, gritó el nombre de su hijo, para que le pasara unas almohadas. Yo no sabía que él se encontraba en casa. Aquel adolescente, bajó y le dió los objetos para que yo me acomodara mejor en el piso. Un gato, que supongo que también se encontraba arriba, también salió. Mi vecina le dijo a su vástago, “¿no quieres ayudarme también?”. Y ahí estaba yo, con una madre y su retoño amasando mi espalda, mientras un gato maullaba y se paseaba al rededor. ¿Es esto lo que merezco por ser un pobre diablo? Probablemente ¡pero qué carajos!

Entonces mi vecina le indicó a su asistente: “Está muy tenso, truénale la espalda”. Me pidieron incorporarme, y poner mis brazos detrás de la nuca. Tuve la sensación de reconocerme confundido y vulnerable, como con la mirada de aquellos perros desconcertados, a quienes un quiropráctico de mascotas les truena la columna. Después de eso, su hijo se fue, y mi vecina me regresó a la silla. Me puse la camisa, y de nueva cuenta me roció con el hielo líquido. “Ya no te arde, ¿verdad?”. Respondí que no.

Antes de iniciar la sesión había sacado una foto de mi rostro dentro de su casa, ahora quería hacer otra foto fuera de ella. El juego de luces es un truco viejo. Comparó ambas imágenes, del antes y después. “Ya ves, te ves más joven”. Claro que no, pensé. Y pregunté por el precio de la botella. “Ay, no, cómo crees, ésta te la regalo”. Mentira. Más tarde me la pidió de vuelta, con el pretexto de que ese producto ya lo tenía comprometido con otra vecina.

Ese día regresé a casa oliendo rico, sin dolor de espalda, y con el cutis un poco más suave.

Letrinas: Minificciones IV de Franco García




Minificciones IV de Franco García

Guerra y paz

Durante el día mi esposa y yo nos encontramos en guerra, pues desde hace años dejamos de amarnos. Así que los gritos y las ofensas nunca faltan en nuestro hogar. No obstante, todas las noches respetamos nuestro pacto marital: hacer el amor para dormir en paz.


Se busca una mujer

No hace mucho, en La Vacacional, Acapulco, había un niño de la calle que le daba por agarrarle la mano a cualquier mujer que pasaba a su lado para no estar solito.

“Señora, ¿no quiere ser mi mamá?”

“Joven, ¿no quiere ser mi mamá?”

“Amiga, ¿no quiere ser mi mamá?”

Así estuvo hasta la mayoría de edad y se casó con una muchacha. Tiempo después lo abandonó su pareja y le dio por buscar una mamá para su hijito. 

 

Secreto marino

El caracol lleva en su guarida el sonido del mar, y el suplicio de los ahogados.

 

Alimentos

No hace mucho, en Acapulco, había cadáveres por doquier, arrojados a plena luz del día o a mitad de la noche. Nadie los reclamaba porque, al parecer, no tenían dueños. Como es bien sabido, todos iban a parar a las fosas clandestinas, pues en la morgue ya no había espacio suficiente para tantos. Y qué gordos y satisfechos lucían, entonces, los perritos callejeros.


Más vale reír que llorar

Para ella es más fácil reír que llorar. Desde que nos casamos jamás la he visto derramar su llanto (es más, creo que nunca me amó). Si mira a un perro aplastado o un gato electrocutado, ríe; si pierde algo de valor material (celular, anillos, reloj), ríe; si va a un velorio (familia, amigos, compañeros del trabajo), ríe; si me encuentra besando a otra mujer o tirado de borracho en la calle, ríe. Con ella todo es risa; conmigo todo es rabia, vicios, celos y amargura. Incluso cuando estoy por ingresar al quirófano para que me extraigan el tumor de la cabeza y los médicos le han confirmado que es poco probable que vuelva a la vida después de la cirugía, ríe. Así que yo no tengo más opción y me muero de la risa con ella.

 

Dios te ama

Hijo mío: si alguien no te valora, ódiale; si alguien habla mal de ti, pártele la cara; si alguien no te ofrece trabajo, róbale sus pertenencias. Sólo recuerda que yo sí te amo, aunque jamás suelte mis manos de tu cuello.

 

Atención ciudadana

Todos los días escucho teléfonos en mi cabeza, sin importar la hora. Ring-ring-ring. Atiendo las llamadas. Hay voces extrañas, gemidos, lamentos, maldiciones.

Alguien dice: “¡Abajo el capitalismo!”

Otro: “La muerte sabe a Prozac”.

Luego: “¿En serio crees en ese comercial llamado fe?”

Más allá: “Nunca te amó, imbécil”.

Cuelgo.



Franco García (Vacacional, Acapulco). Ha publicado en Punto de partida, Punto en línea, Ágora, Opción, Mono, La otra voz, Trinchera, Acapulco Cultura, Minificción, Monolito, Rankia, Palabrerías, Zompantle, Capote, Enpoli, Sputnik, Periódico Poético, Revista Noche Laberinto, Letras y Voces, Irradiación, Campos de Plumas, Revista Pirocromo, Revista Alcantarilla, Revista Hipérbole Frontera, entre otras. Parte de su obra ha aparecido en antologías de minificciones y cuentos.

Letrinas: No es así de simple


No es así de simple

Ricardo Cuan Boone

 

—…yacasiyacasiyacasiyacasiyacasi… no debí tomar tanta agua… vamosvamosvamos… allá está el baño…   ¡madres… ya no aguanto!...                                                                                                                                                                                                                                                      

                                                                                ... ¡¿PERO QUÉ CARAJOS?!                                                                                                             

                                                        … Joven… disculpe joven… me podría…

—Señor tengo prisa, ahorita no.

—Yo solo necesito que….   Joven….  Madresssssssss…    

 

                                                                       …Señorita disculpe… ¿me podría ayudar a…?

—¿Cómo me llamó?

—¿Señorita?... yo sólo…

—¿Por qué supone usted que soy “señorita”?

—Yo no… discúlpeme usted, señora… yo sólo quisiera…

—¡Lo ve!  ¿Por qué me encasilla entre señorita y señora?

—… no era mi intención yo sólo necesito saber…

—¡Es que ese es el problema!  Usted de forma natural me categoriza en base a mi experiencia sexual…

—… nonono… discúlpeme por favor… yo nada mas quería preguntarle por las…

—… y seguro va a querer escudarse detrás de su edad como pretexto de su machismo.  Por gente como usted es que más mujeres como yo alzamos la voz para protestar sobre la opresión histórica a la que hemos estado subyugadas.  Eso de ser reducidas a objetos sexuales hasta en el idioma es resultado de mentes retrogradas como la suya.  ¡Tenga usted buen día!

—… seño… pero…

                                                                 …yanoaguantoyanoaguantoyanoaguanto…

 

—Disculpe señor, ¿necesita usted ayuda con algo?

—¡Siii! … por fin… gracias… me urge ir al baño y no se a cuál de las siete puertas entrar y tampoco entiendo los símbolos en ellas.

—Ah ya veo, no se preocupe usted, yo le explico.

—Señor ya no aguanto… por favor si tan sólo me pudiera decir cual es el baño de hombres…

—Si por supuesto… ¿hombre cis, trans o fluido?

—… eeh… hombre, hombre…

—Señor, no es así de simple, y debe tener cuidado con la implicación de sus expresiones.  Si gusta nada mas dígame como se identifica usted.

—¿Cómo me identifico?... pues…… así.

—Señor por favor, no me refiero a su licencia de conducir, me refiero a…. ¡Señor!

—ch

         in

        g

            a

                  da..

                         m

                           a

                            d

                            reeeee………

 

—Señor creo que mejor lo dejo… seguro tiene un cambio de ropa a la mano ¿no?... lamento mucho… tenga usted… un buen día… perdón no quise ser…

 

— …mmmpphh…….

                        

                                   … oye… ¡niño! .... ¡si tú!... ven por favor…

                                                        … dime algo… ¿cómo sabes a que baño entrar?

—¡Ah, pues al que tenga menos fila!


Ricardo Cuan Boone, nacido en 1978 en Torreón, Coahuila y radicado en Baja California desde el 2004. Egresado de Ingeniería Química, ha compaginado su carrera profesional con el gusto por la literatura. Fue editor de la revista universitaria y escritor de puestas en escena estudiantiles. Ha participado en diversos talleres y cursos literarios con reconocidos autores. Desde el 2019 publica reseñas literarias en su cuenta de instagram (@ric.escribe).

Misión imposible, sentencia final: entretenida, pero le faltó espectacularidad


Cinetiketas | Jaime López


La última entrega fílmica de "Misión Imposible" es un producto entretenido y bien hecho para las y los seguidores de la saga, sin embargo, resulta un tanto tediosa para quienes no estén familiarizados con los personajes.

Igualmente, quienes amen desenfrenadamente el género de acción y esperan altas dosis de peleas o persecuciones, encontrarán una propuesta contenida, sin tantas coreografías como sus antecesoras.

Respecto al primer conjunto de ideas, "Misión Imposible: Sentencia final" (el título completo de la película) da continuidad al último desafío del agente "Ethan Hunt", interpretado por Tom Cruise, que busca atrapar a una inteligencia artificial, la cual amenaza con destruir el ciberespacio y apropiarse de los sistemas nucleares de los países más poderosos del mundo.

Eso incluye a Estados Unidos, cuya presidenta "Erika Sloane", personificada sobriamente por Angela Bassett, ve en "Hunt" su última esperanza para evitar el apocalipsis digital.

Así, el guion se enfoca en cerrar todos los cabos que se dejaron sueltos en la séptima entrega y, de paso, recupera a personajes con poca participación en la saga, que ahora tienen más foco o mayor relevancia.

Igualmente, se recurre a la nostalgia para rememorar algunos de los antagonistas más destacados de "Misión imposible", aunque las referencias pueden resultar agotadoras para ciertos espectadores.

Por otro lado, hay un cierre definitivo para uno de los personajes más queridos del universo de "Ethan Hunt", que probablemente conmueva a la faniticada.

Acerca de las secuencias de acción, se reconoce un gran nivel de producción en la mayoría de ellas, pero carecen de la emoción de anteriores entregas.

La trama tiene más énfasis en el ámbito político, lo que recuerda propuestas como "El caballero de la noche", en donde se cuestionan ciertas decisiones morales del gobierno estadounidense.
Finalmente, el elenco cumple, pero las mujeres son las que tienen el desempeño más espectacular de la película, por su aplomo y compromiso. Aplausos para Hayley Atwell y Pom Klementieff, que bien pueden ser consideradas para un spin-off.



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