Su "Emilia Pérez" tiene que asumir las consecuencias de sus decisiones y, a la par, experimentar situaciones inéditas como volver a enamorarse, tratar de corregir sus errores o aprender a soltar el pasado.
Su "Emilia Pérez" tiene que asumir las consecuencias de sus decisiones y, a la par, experimentar situaciones inéditas como volver a enamorarse, tratar de corregir sus errores o aprender a soltar el pasado.
"Porque cuando uno hace un concierto, son canciones que escribiste para ti, que te quedan cómodas en tu registro y aquí estás interpretando un personaje, entonces, sí cambia tu manera de cantar", expresó.
“¿Qué comen lxs poetas?” es un podcast que nace de la idea de que los poetas se mueren de hambre, el propósito del programa es invitar a un poeta en cada episodio para que hable de algo que le guste comer y algo más que consuma diferente a los alimentos.
Éste es un fragmento de la entrevista con Elisa que puede escucharse completa en Spotify o Apple Music.
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¿Cuál sería tu aproximación a la idea de que los poetas se mueren de hambre?
Me encantaría, de entrada, que los poetas no murieran de hambre pero es completamente cierto. Hace no mucho, escuchaba a un divulgador de la filosofía alegar que en un mundo muy ideal no existirían las becas del FONCA, ni ningún subsidio de ningún tipo que existen también en los países muy desarrollados y todo, porque eso significaría que, en ese mundo ideal, la gente compraría nuestros libros y podríamos vivir de ellos. Pero yo creo a veces que nos estamos acercando a ese extraño mundo ideal. Porque si hay algo que pasa ahora que nunca había ocurrido, al menos es muy claro en la música, es que no necesitas más de mil fans de hueso colorado para poder vivir de lo que haces. Con los músicos sí es muy evidente eso ahora. La manera en que se organiza la música independiente ha cambiado radicalmente en la última década y media. Y una banda, por más oscura que sea, mientras tenga de verdad mil fans de huesos colorados que compren los viniles, que vayan a los conciertos, la banda no puede vivir de eso. Y yo diría a veces, ¿no podríamos tener mil lectores? No pido más, mil lectores, tal vez nos acerquemos a eso aunque sea porque somos mucha gente.
La primera parte del programa está dedicada a que nuestra poeta invitada nos cuente un poco acerca de algo que le guste comer. En tu caso, nos propusiste el Chow Mein, que es un platillo muy popular y me gustaría primero que nos contaras un poquito acerca de por qué el Chow Mein es importante para ti.
A mí lo que me encanta del Chow Mein es que lo puedo hacer. Creo que eso es lo que más me gusta de todo. Cuando me fui a vivir con mi ex pareja, con Marcela, nos nació la idea de ampliar nuestros menús. Yo decía, ¿es que qué tiene la comida china que es tan especial? El misterio no se puede reducir al glutamato monosódico, algo más tiene que haber. Tiempo después se cruzó la pandemia y fue la oportunidad perfecta para poder aprender eso. Yo sé que todo el mundo se puso a hacer pan durante la pandemia, mucha gente se enamoró de hacer panqué de plátano. Yo me metí de lleno en la comida china y lo primero que aprendimos a hacer Marcela y yo en ese momento fue arroz frito y Chow Mein porque en realidad las versiones que aprendimos son muy parecidas y con ingredientes muy semejantes. Entonces descubrimos que realmente con la misma nube de ingredientes, podíamos comer tan bien como en los restaurantes chinos que nos encantaban antes de que cerraran todo a cal y canto.
Estaba pensando, hay una cosa acerca de estos platillos de comida china, que es que justo parecen muy replicables. Aunque así como no hay una traducción exacta de una lengua a otra, seguramente no hay una traducción gastronómica por decirlo así, del Chow Mein original al nuestro, sí producen este resultado muy agradable y muy armonioso.
A mí me parece muy loable nuestra comida china y me parece muy auténtica. Hace no mucho, yo era reportera. Digo, sigo siendo periodista pero antes salía mucho a campo y me tocó conocer más lugares de los que habría podido imaginar, metiéndome en problemas, y a mí lo que siempre más me fascinó era la comida que deberíamos tener en común todos. Yo sé que está mal pero yo a donde me paraba, no importaba el país, yo probaba las hamburguesas. Y cuando había, probaba la comida china. Porque para empezar, no en todos lados hay como la conocemos nosotros. Creo que nuestra comida china es muy auténtica a su manera. Tiene una historia que a mí me parece tan fascinante como dolorosa. Porque al final del día es el producto de una migración que tuvo bemoles desastrosos para los que cruzaron el Pacífico en algunos momentos. Todos sabemos de la terrible historia de la xenofobia en Norteamérica porque ni siquiera es algo sólo de México, es algo que cruza todo el subcontinente. Pero la verdad es que descubrí que me gustaba mucho el Chow Mein y la comida china en general de acá. Pero además descubrí que era algo que sí nos puede salir muy bien. Yo siento que aunque es como un silabario muy distinto de ingredientes, sí hay como una gramática semejante con la comida mexicana. Es decir, los ingredientes son como de esferas muy distintas. El Chow Mein, por ejemplo, a mí lo que más me impresionó aprender era que incluyera, al menos en la versión que yo aprendí a hacer en casa, la salsa de calamar. Eso a mí me sorprendió muchísimo porque era una clase de sabores que yo siempre había visto, particularmente en la costa que es de donde yo vengo, de Veracruz, pero nunca los había visto de esa forma. Es algo que nunca mezclaríamos con maíz necesariamente pero, a la hora de que te lo pones a hacer, dices esta comida es tan rápida de hacerse como hacer cualquier platillo mexicano. Yo no creo que nunca me haya tardado más de quince minutos haciendo Chow Mein. Ahora, eso sí, al menos a mí lo que me quedó claro es que tienes que tener todos los ingredientes a la mano desde el principio. Algo que no siempre pasa en la comida mexicana, que puedes postergar los pasos indefinidamente. Aquí no. Aquí si no tienes todo listo de antemano, va a ser un desastre y te vas a arrepentir de hacerlo todo a destiempo. Eso sí, tiene un ritmo muy particular, pero la constelación de cómo se hace a mí me recuerda mucho a la comida mexicana. Y no siempre me pasa con platillos de otras latitudes.
Le pedimos a nuestra invitada que nos hablara un poquito acerca de otra cosa que le guste consumir. Elisa eligió cómics de superhéroes que es un tema muy bonito y muy vasto. ¿Nos quieres hablar de tu acercamiento a los cómics, si tienes algunos superhéroes de cómics favoritos?
Lo primero que quiero mencionar es que es completamente accidental que yo hoy traiga una playera de Hulk, de verdad fue un accidente. A mí me encantan los cómics por la sencilla razón de que eran un magnífico entretenimiento para la gente que no teníamos cable en los noventa y que era relativamente barato. En ese entonces el papel era asquerosísimo y a diferencia de hoy en día, se encontraban en todos los puestos de periódicos que eran mucho más abundantes. Entonces me queda claro que era como un entretenimiento que marcó una época muy específica, tal vez de la humanidad. Digo, seguramente el entretenimiento gráfico narrativo va a continuar muchos siglos, ojalá tanto como continúe la humanidad, pero la verdad es que los cómics se han vuelto con las décadas un nicho mucho más cerrado de lo que quisiéramos. Yo cuando tenía doce años, sí podía ir de vez en cuando al puesto de revistas y comprar un cómic. No quería comprar muchos, podía comprar uno. Por lo general, tenía que dividirme entre Spider-Man o Dragon Ball, el que estuviera disponible. Al menos para mí, no había diferencia entre el manga y el cómic. Pero me queda claro que hoy es mucho más difícil que a un niño o una niña de doce se le prenda el foco y diga: voy a comprar un cómic, pese a que nunca en la vida los superhéroes habían sido tan populares. Eso para mí es lo más extraño del mundo, que los superhéroes han conseguido el nivel de fama más absurdo que podrían haber imaginado sus creadores hace cincuenta o setenta años y es en cambio la época en la que probablemente menos cómics se están leyendo y con la fruición con la que nosotros leíamos en los noventa. Y la gente de antes todavía más. Es un fenómeno extraño pero no quiere decir que yo dejé de querer a los cómics como antes.
Tocas un punto bien importante porque generalmente cuando hablamos de cómics de superhéroes, estamos hablando específicamente de los cómics gringos. Algo que me llama mucho la atención y de lo que decidí leer un ratito al respecto antes de nuestra llamada, es esta transición que se llama la época de plata, en la que a partir de la creación de la Comics Book Authority se autorregulan respondiendo a una preocupación por temas de violencia, sexo y horror, y no sé si esto habrá funcionado un poquito como las máquinas de escribir de los surrealistas que decían: bueno, es más fácil escribir si no puedes utilizar una una vocal. ¿Tú qué piensas de este fenómeno, en particular de cómo funcionó la restricción para los creadores de cómics?
Me parece magnífico que lo hayas mencionado. Porque yo creo que es una de las cosas más brillantes que ocurrieron en el cómic, no como tal el ánimo de autocensura, pero sí lo constreñido que es el género y que era en ese entonces. La gente tiende a despreciar mucho a Stan Lee. Más allá de sus apariciones en las películas y cómo se convirtió en un personaje muy notable en sus últimas décadas, la gente a veces no recuerda que, por muchas décadas, Stan Lee no fue precisamente el tipo más querido en la industria. Y que tenía mucho que ver con que él fue, en buena medida, quien propició que fuese de verdad una industria. Y una industria en los aspectos más absurdos. Fue el que inventó el cómic como una fábrica a la Ford en el que cada quién hacía una parte específica y diseñó un sistema en el que ni siquiera tenían que ponerse de acuerdo el dibujante y el escritor para que coincidieran los diálogos. Era como: pues mira, el número va a tratar tal vez de esto y entonces el dibujante se iba por un lado y dibujaba. Y al final llegaba el escritor que ponía los diálogos en los globos que ya estaban dispuestos. Pero eso me parece que sí despertó mucha creatividad en esa generación, porque además tenían que cumplir reglas muy específicas.
A Stan Lee le gustaba decir que cada cómic era el primer cómic de alguien y la verdad es que a mí me avergüenza un poco que los escritores rara vez nos pongamos a pensar en eso. Nuestro librito de poemas va a ser el primer libro de poemas de alguien, nos guste o no.
Yo sé que a muchos poetas les gusta mucho la idea de ser algo que requiere un proceso, una iniciación, un proceso educativo en el que aprendes a leer. Y entonces a muchos poetas les gusta imaginar que van a estar como al final de ese proceso, como: a mí nada más me va a leer la gente que ya lee bien chingón.
Y en los cómics era completamente lo opuesto. Había que pensar desde el principio en esa persona que iba a caer por accidente en tu cómic, que seguramente iba a ser un niño o un adolescente. Por eso, Stan Lee dispuso que siempre los cómics de Marvel incluyeran un brevísimo resumen de qué estabas leyendo. Y de hecho, incluso se mencionara el origen del personaje. Entonces tú abres Daredevil y siempre decía: después de haber sufrido un accidente con un camión adquirió poderes, bla bla bla, y ahora es Daredevil, bla bla bla, y ahorita está luchando contra Bullseye en tal circunstancia. Esa costumbre que ahora tengo entendido que ya no se respeta, y digo tengo entendido porque yo ya casi no compro cómics individuales, compro los TPBs porque descubrí que era carísimo en estos días, esa costumbre permitió a mucha gente, permitía a los niños, abrir cualquier número y decir: ah, mira, éste es el personaje, de esto se trata, y disfrutarlo. Podías tener un solo ejemplar y lo podías disfrutar, no necesitabas lo demás. Era un entretenimiento rápido y creo que era muy eficiente. A veces tenemos una idea un poco caricaturizada de esa época porque las épocas que siguieron se volvieron mucho más complejas y la forma en que narraban era mucho más compleja. Pero si tú revisas los primeros números de Spider-Man por ejemplo o de Daredevil, sí llegaban a hacer cosas realmente eficientes y realmente admirables. El primer número de Spider-Man es una gran obra literaria y todas las cosas que siempre nos han gustado de Spider-Man ya estaban en ese número a un grado brutal. Hay otros personajes que tal vez requirieron un mayor desarrollo a lo largo de las décadas, que dependieron de varios autores para volverse icónicos. Pero en el caso de Spider-Man es muy notable, desde el primer número como cada película que sale es solamente una reelaboración de ese específico número. Ya ni siquiera de ese personaje en general, de ese específico número. Algo que tal vez se repita con Hulk y tal vez con cierto Superman que paradójicamente yo creo que es mi superhéroe favorito actualmente, porque ahora Spider-Man me parece demasiado adolescente para mí
Como última parte lo que le pedimos a nuestros invitados es que nos compartan algo de lo que escriben. En este caso, Elisa, en un gran regalo para el podcast, nos va a leer un fragmento de su nueva novela y estoy muy emocionado por escucharla. De repente, va a romper un poquito la estructura del podcast en el que seguramente va a haber más poemas pero me hiciste pensar en algo muy al principio de la conversación. Me hiciste recordar un meme con el estilo de este meme del infame de Drake “esto muy mal/esto muy bien” y que decía “el poema del narrador muy mal/la novela del poeta muy bien”.
Mira, es muy chistoso porque yo no sé porque siempre me sucede eso. Me recuerda un poema de Ángel González en donde dice “yo no sé por qué mi familia me dice que vivo en las nubes si en cambio todos los críticos me dicen que soy el poeta más parco de España”. Justo creo que eso es lo que nos pasa a todos los que además de escribir poemas, eventualmente escribimos narrativa. Esta novela se llama “Todo lo que amamos y dejamos atrás”, la edita Alfaguara, es mi segunda novela. La primera fue “Los suburbios” que salió en Chile en 2015, ya hace casi 10 años y que curiosamente nunca fue editada en México. Yo creo que ya es improbable que ocurra. No tanto porque yo no quisiese sino porque luego es difícil recuperar las obras a través de los países, es algo que he aprendido con los años.
“Todo lo que amamos y dejamos atrás” es una novela de ciencia ficción donde la tierra tiene anillos, como los de Saturno y narra las búsquedas de una periodista, que se llama Grijalva, y que debe viajar a Veracruz para atender un caso que ha llegado hasta ella, es un mundo en donde no hay luz eléctrica.
A mí me sirvió esa novela, uno para destruir Veracruz que era como un sueño de infancia, al fin voy a destruir Veracruz, no va a quedar nada, nada va a sobrevivir. Y pude aprender mucho sobre cocina en el fin del mundo, sobre hacer jabón en el fin del mundo. Parece broma pero sí tuve que aprender a hacer jabón. Yo ya sabía programar porque era una afición de adolescencia pero tuve que desempolvar muchos conocimientos para esta novela. Y descubrí que las novelas y la narrativa en general es un espacio que me permite aprender cosas. Seguramente a muchos poetas les pasará en sus poemas, pero a mí esa sensación de “cómo se hace el jabón” me ha pasado nada más con las novelas y he tenido que aprender a hacer jabón. Ahí un día estaba aquí en el patio juntando grasa y ceniza. Y sorprenderme que sí se ponía caliente la chingada mezcla y que ya después se solidificaba en este proceso que se llama saponificación. Al final del día a mí lo que me gusta mucho es escribir. Parece una jalada, pero tú lo has de saber bien, hay muchos escritores que no disfrutan escribir, hay muchos escritores que sufren escribir, hay algunos que ni siquiera quieren escribir y hay otros que lo sufren, y yo me siento en otro equipo completamente. Yo me siento en el equipo de los que disfrutan escribir, a mí me mama escribir, me encanta, y aprender esas cosas para después escribir para mí fue un proceso muy, muy divertido. Y además un proceso en el que pude hacer muchas cosas que nunca había hecho antes en un libro. Entonces fue realmente un proceso que extraño. Voy a leerles unos cuantos párrafos de la primera página y bueno, ya me dirán ustedes si es poético, yo espero que no pero también si ustedes lo opinan, pues ni modo.
***
Aún recuerdas cuando las noches eran oscuras. Las noches anteriores a que un azar cósmico plantara una cicatriz luminosa en el cielo. Los anillos: pedazos de roca y metal que reflejan la luz del sol, polvo que orbitará la Tierra por eones antes de precipitarse hacia la atmósfera en meteoritos. La noche ya nunca se cierra por completo, la tarde se detiene en el último suspiro y se queda así hasta el amanecer.
Escuchas tu nombre, Grijalva, por encima del ruido del tren y respondes con un simple “dime” sin quitar la vista de la ventana.
“¿Qué pensaste cuando aparecieron los anillos? ¿Te daban miedo?”, pregunta Indiana desde su asiento. Se encuentran en el punto más alto del recorrido y la locomotora ruge a toda marcha antes de iniciar el descenso por las faldas de la sierra, entre pinos cubiertos de nieve.
“Al principio me daban vértigo. Sentía que en cualquier momento podían caerse”, respondes.
“Pero van a caerse”.
“En millones de años. Para ese entonces, quien domine el planeta no sabrá que estuvimos aquí”, agregas casi con placer, pues ese olvido futuro te vuelve contemporánea de este chico alto y desgarbado, aunque ahora mismo parezcan salidos de galaxias distantes. Él no conoció las cajas de cristal donde la luz invisible que llenaba el aire se transformaba en pixeles —celulares, móviles, teléfonos: todas esas palabras cada día parecen más lejanas—, en una época donde cada objeto sabía tu nombre.
“Era como cargar contigo una ventana que daba hacia donde tú quisieras”, explicas cuando Indiana pregunta con desconfianza y asombro parejos, como si fuera un cuento de fantasmas, sobre las máquinas inmateriales que te diste el lujo de despreciar toda una vida y que en efecto perdiste hace veinte años. La división entre las dos eras que has vivido es tan clara como esa brillante rajadura que cubre el flanco sur del horizonte, mientras el tren se dirige cuesta abajo por la montaña, hacia las costas de Córdoba, Veracruz.
Me encontraste tarde,
dijo. ¿Tú crees que sea posible? Conocer a alguien y que te diga que es tarde,
pero tú no sepas bien para qué. Intenté mostrarme convencido, fingir que la
entendía. Le di un par de sorbos a la cerveza y me hice el interesante
asintiendo cada vez que ella decía alguna incoherencia. Por momentos mi mente
se iba. Carajo, cómo me costó darle continuidad a la plática. Respondía frases
cortas para que no fuera tan evidente y le daba la razón en preguntas
elaboradas. Eso no me costó mucho, la verdad. Ella es de esas personas que
preguntan, te ven a los ojos y esperan un rato, pero ya tienen la respuesta en
la mente y solo necesitan que alguien les diga que, en efecto, son brillantes y
todo lo que escupen es nada menos que la verdad. ¿Será cosa de mujeres? Me daba
un poco de ternura que dejara su labial en la boca de la botella y luego se
impregnara en mis labios también. Hasta ese momento nuestros únicos besos eran
a través del vidrio. Fui un caballero, supe esperar. Si pensaba que era guapa
le decía que era guapa, así, sin más, sin pensarlo, como les gusta. Eso es
típico de toda la gente, ¿no? Digo, no me molestaría que de pronto alguien me
dijera que me veo bien, en especial si me siento como la mierda. Sobrio me
siento como la mierda, por eso prefiero mi versión en un bar, disfrutando con
una mujer hermosa, con las ideas parpadeando, mezclándose hasta que no quede
rastro de una sola que valga la pena: el cielo. Últimamente es muy triste
pensar, ¿no? Como que uno piensa mucho sobre algo en específico y empieza a
verle lo malo. Te deprime. Qué deprimente todo. ¿Sigues escuchando? Ah, ¿con la
chica? Pues nos fuimos a un motel. ¿Conoces el Motel-Itto? Me partí de risa
cuando dijo que iríamos ahí. Fui con más ganas. Una de mis virtudes es que,
aunque tome, no me vuelvo inservible. En cuanto llegamos a la habitación me tiró
a la cama, me bajó los pantalones y luego la metió en su boca. No te miento, me
sentí intimidado por la rapidez, no sé, como si no lo hubiera consentido. Ya
sé, qué tontería, fue sexo rápido, olvídalo, lo estaba disfrutando. Cerré los
ojos y toqué su cabello. Ella se deshizo de mis manos sin sacar la boca, sin
mirar. Noté que le molestó. Quería estar seguro y volví a poner las manos en su
cabeza, pero ella las volvió a quitar. Intenté tocarle una teta, pero también
retiró mi mano, entonces me pareció raro. No quería que le tocara nada. Le
pregunté qué pasaba y ella siguió en lo suyo como si mi pene tuviera un imán.
Pensé que literalmente quería comérselo. Me asusté y se lo retiré. Ella me
llamó idiota, me dijo que no sabía disfrutar y que si lo hubiera sabido no se
habría arriesgado. No sabía a qué se arriesgaba. No sabía si tal vez yo también
me estaba arriesgando. Se sentó en la orilla de la cama para buscar sus botas. Yo ni siquiera sabía qué decir, seguía con la bragueta desabrochada simplemente
mirándola sin entender nada. De pronto empezó a llorar. Lloraba con ganas, como
cuando explotas. Le dije que podía usar mis zapatos, pero era broma, solo se me
ocurrió para que dejara de llorar. Esa broma lo cambió todo. ¿Sigues
escuchando? Ah. Se quitó el cabello y me miró a los ojos. No se quitó el
cabello moqueado de la cara de manera tierna, se lo quitó por completo, estaba
usando una peluca rubia y larga. La tiró al piso, luego se metió la mano por
debajo de la blusa y sacó relleno del brasier, un par de esponjas redondas. No
lo podía creer. Ella estaba teniendo una crisis o algo. De llorar pasó a reírse
y a decir que nunca se vería como una mujer por más que lo intentara. Me sentí
mal. No sé, la estábamos pasando bien y después pensaba que la pobre se iba a
romper. A saber qué iba a hacer yo con una chica rota durante las cinco horas
restantes. Me acerqué a ella, me senté ahí a un lado y me subí el zíper. Puse
mi mano encima de la suya y le dije que si no quería hacer nada estaba bien,
pero que no me importaba la calvicie. Le saqué una carcajada. No recuerdo mucho
lo demás porque no seguimos con el tema, ambos estábamos cansados. Nos
acomodamos en la cama y así dormimos, abrazados. En la mañana ya no estaba. Te
lo juro, ni rastro. Me dejó una nota en el celular, fue lo primero que apareció
cuando prendí la pantalla. Que la encontré tarde, decía, que debía volver al
mundo real. Una mierda. No sé en dónde me había dejado a mí después de tanto
empeño y con las ideas intactas.
Eli Lomelí. Mexicali,
Baja California. Maestra y bibliotecaria. Estudió en la Facultad de Pedagogía
de la Universidad Autónoma de Baja California. Cuando descubrió su gusto por
los cuentos tomó talleres y un diplomado en escritura creativa. Disfruta ver
dormir a su gata mientras piensa en sus pendientes.
Cinetiketas | Jaime López
El hombre detrás de KeMonito, Jesús Juárez Rosales, revela la explotación económica y física que ha padecido en parte de su trayectoria. No lo hace de forma evidente ni sensacionalista.
Sin ser explícita en los problemas económicos que prolongan el retiro del estelar, la audiencia puede comprender la lucha constante de KeMonito para mantenerse a flote.
Cinetiketas | Jaime López
Echando mano del terror corporal y la ciencia ficción, "La sustancia" es el retrato cuasiperfecto del sistema heteropatriarcal denunciado por las agrupaciones feministas, uno que permite que ciertos grupos reducidos de hombres heterosexuales, generalmente de tez blanca y posición económica acomodada, impongan sus cánones o ideales de belleza al resto de la sociedad.
Por Iván Gutiérrez | Fotos: Sindicato Rupestre
En la historia del Movimiento Rupestre ha habido diferentes actores y plataformas que han llevado este legado musical por diferentes rumbos y espacios, pues se trata de un movimiento que ha tenido momentos históricos significativos en las últimas décadas, siendo una corriente contracultural que sigue teniendo gran repercusión e impacto en miles de músicos y oyentes en México.
Entre los participantes quizás más “recientes” de esta vertiente musical se ubica el “Sindicato Rupestre”, un lugar que en la última década se ha convertido en la casa de aficionados y músicos pertenecientes a este movimiento. Decididos en ahondar más sobre los inicios de este espacio y en su rol como promotor de lo rupestre, platicamos con Arturo Gutiérrez Zamora, alias “Simon” Zamora para el barrio. A continuación una charla cuya lectura seguro se disfrutará más con una playlist que incluya a Gerardo Enciso, Rafael Catana, Jaime López, Rockdrigo González y todos esos grandes compositores agrupados bajo el nombre de “Rupestres”.
I:
¿Cómo, cuándo y dónde nace el Sindicato Rupestre? Según pude investigar en
línea, lo fundan en el 2015 Simon Zamora y Omar Hernández, si bien la tradición
rupestre tiene muchos años más detrás, cierto…
S: Siempre me ha gustado el rock mexicano en general, tengo un grupo en Facebook que se llama “Los Discos Fundamentales del Rock Mexicano”, y he colaborado en diferentes revistas y libros desde el punto de vista del coleccionista. En los 80s me gustó sobre todo el movimiento “Rupestre”, estos cantores de estilo folk. Los descubrí cuando murió Rockdrigo González en el temblor del 85 y se hizo de culto, me compré su cassette en El Chopo y empecé a descubrir que había más compositores del estilo, y me gustaron mucho, por las letras, la poesía, era un género que no encajaba mucho con el rock urbano que dominaba por aquellos años o las propuestas de rock mexicano que ya firmaban con compañías más grandes.
Los Rupestres siempre tocaron en lugares pequeños y muy undergrounds, nunca se masificaron, no sabía bien dónde ubicarlos, no podían ponerlos en festivales muy grandes porque como no traían banda la gente no los recibía bien, y tampoco los podían invitar a lugares de cantautores, como las peñas, porque su propuesta era un poco más rockera, estaban como en medio de ambos.
Desde que los descubrí siempre me gustaron los Rupestres. A principios de los dosmiles un amigo tenía un bar ahí en Coyoacán, y por esas fechas fui a ver a Jaime López a un lugar muy pequeño, éramos unas quince personas, yo lo conocía desde los 80s, y en esa ocasión le dije “oye, un amigo tiene un lugar, ¿cuánto nos cobrarías por tocar ahí?”, hablé con mi compa y organizamos así la tocada. A partir de ese concierto conocí gente que me dijo “oye por qué no contactas a Arturo Meza para que venga a tocar”, y me lo encontré en el Alicia tiempo después y lo invité, y también fue a tocar con nosotros, y así empezó a crearse una pequeña red de gente, imprimíamos flyers y los íbamos a pegar a CU y la gente nos llamaba para preguntar por boletos, y de repente se llenaban los eventos.
En aquel tiempo solo el Alicia jalaba a los Rupestres, sobre todo en el aniversario luctuoso de Rockdrigo hacían un evento con todos ellos, pero faltaba un lugar para el movimiento, para los Rupestres y los que no eran del movimiento primigenio pero se fueron uniendo, como Gerardo Enciso, Carlos Arellano, Armando Rosas.
Por ahí del 2013 me habla Carlos Arellano y me dice, voy a estar allá en Ciudad de México con Gerardo Enciso. Con Gerardo nunca habíamos hecho nada, porque como era de Guadalajara ya traerlo estaba cabrón, entonces Carlos me propuso que hiciéramos algo en Coyoacán, le hablé a mi amigo Omar Hernández —a quien conocí en una tocada de Arturo Meza— y le pedí que me ayudara con la logística. Al final fue un evento muy padre porque se llenó, y aparte llegaron al lugar otros músicos como Armando Rosas, Armando Palomas, entonces la gente dijo “éste es el Rincón Rupestre”, y otro amigo dijo “¿por qué no nos ponemos el Rincón Rupestre y hacemos tocadas de este tipo?”, y le dimos para adelante.
En ese colectivo éramos Omar, tres amigos más y yo, y nos lanzamos a hacer el Rincón, en el Bar San Francisco, ahí en Coyoacán. Después tuvimos un par de diferencias con el lugar y nos fuimos a un punto en la Roma, pero no funcionó porque la gente de ahí, cuando vieron que sí había bastante asistencia, ya querían parte del cover (que iba íntegro para el artista). Entonces mejor lo dejamos por la paz.
Tiempo después, en 2015, fui a Sonart, una escuela de música donde mi sobrino tomaba clases, y aunque el lugar se me hizo chico y no cabían mesas, pensé que podía funcionar para algo alternativo, como una fiesta; hablé con Germán (el dueño) y llegamos a buen acuerdo. Le dije entonces a Omar que hiciéramos algo ahí con Iván García con la idea de jalar al público joven, porque necesitábamos recaudar fondos para comprar una bocina, entonces hicimos el primer show con el nombre “Del Rincón para El Rincón”, y a la gente le gustó, se sentía como una reunión de amigos en el patio.
En esa primera tocada tuvimos malentendidos con los otros amigos del Rincón, total que se disolvió el Rincón esa noche. Días después Omar y yo decidimos renombrar el proyecto, y le pusimos el “Sindicato Rupestre”, jugando con la onda sindical, y le pusimos la mano obrera con la guitarra. Poco después nos llamó Enciso, que quería armar algo en Ciudad de México, le comentamos del espacio y dijo “va hay que armarlo”, y estuvo genial porque ese día se llenó y luego llegó Jaime López, se echaron un palomazo, y poco a poco se empezó a posicionar como un lugar donde llegaban de visita los músicos rupestres.
Platícanos de la tradición rupestre, cómo la podrías describir para quienes no tienen mucho conocimiento sobre esta corriente musical… ¿Cuáles son sus ideales? ¿Quiénes son algunos de sus exponentes? ¿Qué tipo de música es?
Los rupestres son músicos que venían tocando desde principios de los 80s en sus proyectos individuales, músicos como Jaime López, José Cruz (de Real de Catorce), Roberto González, Emilia Almazán, varios músicos que no encontraban en las peñas espacio, que tenían una onda más folk, en sus letras no eran tan románticos clásicos, sino más urbanos, con mucho sentido del humor. Se empiezan entonces a agrupar y a tocar en el Foro Tlalpan, ahí tenían un espacio que se llamaba “Cada quien sus rolas”.
Rafael Catana era de los que procuraba mucho presentarlos entre ellos, “mira él es Arturo Meza, es de Michoacán”, y se juntaban mucho en un café-bar en Tlalpan que se llamaba “El Cometa”, para armar la bohemia, ahí presentaron a Rockdrigo a los demás. Fue algo muy espontáneo, para muchos nunca fue un movimiento, más bien una reunión de amigos, para otros sí fue un movimiento porque tenían ciertas características, leían más o menos la misma literatura, escuchaban a los mismos músicos, tenían una onda social-política parecida.
La foto famosa de Los Rupestres es cuando deciden hacer el Colectivo Rupestre, Rockdrigo escribe un manifiesto con su humor, diciendo cosas como “los Rupestres somos músicos que tocamos con instrumentos de palo”. En esa foto aparecen Fausto Arrellín, Nina Galindo, Eblen Macari, Roberto González, Roberto Ponce, Rafael Catana y Rodrigo González. Algunos como Jaime López no quisieron entrarle de lleno a esa etiqueta de “rupestre” pero eran del mismo grupo. Había también muchos músicos de bandas que eran afines como Botellita de Jerez, Mamá-Z, Cecilia Toussaint y Arpía.
Básicamente el movimiento dura muy poco, porque Rockdrigo llega a Ciudad de México en el 83, y muere en el 85, dos años fue lo que duró ese esplendor. Para algunos, a partir de que muere Rockdrigo es cuando empieza realmente el movimiento, porque es cuando los compositores empiezan a buscar espacios, pero hay diferentes versiones. En “Rupestre: ElDocumental” lo abordan muy bien, con la opinión de varios músicos.
Hablando del rock-folk urbano de los 70s… ¿Rock rupestre y rock urbano es lo mismo?
No… aquí en México, en los 70s, lo más cercano que hubo fue El Pájaro Alberto, que era el cantante de Love Army. Cuando se acabó esa banda, Alberto empezó a hacer sus rolas muy al estilo Dylan, se le considera como el primer Rupestre, el primero que sonaba a rupestre, con rolas en español hechas a guitarra y armónica. Luego hay como un vacío ahí, pasa el Festival de Avándaro, y en principios de los 80s había bandas como El Tri, Dug Dugs, que estaban más en el ryhtm & blues o hasta en el progresivo, pero realmente no había onda rupestre. El rock rrbano son rolas más de la banda, con letras un tanto más sencillas.
¿Crees que en México se le da el reconocimiento y valor que se merecen a este tipo de cantautores, que trabajan detalle a detalle la canción, que son poetas urbanos de la canción?
No, creo que se le ha dado reconocimiento a cantautores digamos más “clásicos”, dígase Fernando Delgadillo, Alejandro Filio, ellos tienen otro tipo de canción, pero para este tipo de músico, que es más una canción de propuesta, no, no se le ha dado su reconocimiento. De hecho, gente que no está inmersa en lo Rupestre piensa que muchos ya se retiraron, que ya no tocan, lo ven como algo del pasado, pero las redes sociales han ayudado a darle nueva vida.
En México el rock siempre ha sido alternativo, nunca ha sido lo más popular, y si a eso le agregas que es un rock independiente, autogestivo… no hay un gran público para este tipo de canción, nació con esa onda de que no hay un gran público. Yo siempre pongo el ejemplo de Argentina, donde el rock es muy popular, tú vas por la calle o te subes al taxi y están escuchando rock, porque allá el rock sí es música popular, aquí es la banda, el corrido. Es algo cultural. Hay un público, pero no para hacerlo masivo. Aquí hay bandas que alguna vez tuvieron cierto nivel y siguen batallando, a menos de que sean Caifanes, Café Tacuba, que bueno ahora con las redes hay bandas que ya logran conectar con su nicho y llenar sus tocadas.
Cuéntanos un concierto memorable en el Sindicato que te venga a la mente en este momento…
El que más recuerdan todos fue con Trolebús, una banda de aquí de la capital de los años 80s, que precisamente sí estaba entre el rock urbano y el rupestre, porque musicalmente es muy urbana pero las letras son muy rupestres. Sacaron un álbum en el 87 producido por El Mastuerzo. En los 90s “Choluis”, el cantante de Trolebús, se fue a vivir a España y se desintegró la banda, pero siempre quedó como una banda de culto, sacaron varios hits y se quedaron como en la añoranza.
Bueno, era el 2017 y entra un personaje muy importante, Rodrigo de Oyarzabal, él trabajó en Radio Educación muchos años, y se encargó de grabar a todos los rupestres cuando iban a cabina, a Rockdrigo, a Jaime López, a Cecilia, a todos, hay cassettes que hasta ahora siguen rolando en El Chopo, de rupestres que solo tienen grabaciones de las que hizo él.
Va, pues en el 2017 me habla Oyarzabal y me dice “Choluis viene de España, va a estar unos días, ¿por qué no lo invitas al Sindicato a que se eche unas rolas con ustedes?”, y unos días después me habla por teléfono Choluis preguntando por un lugar donde tocar, y le comento del Sindicato, lo invito a hacer un concierto pero me dice que no tiene las rolas preparadas, pero a lo largo de un mes lo vamos platicando, él empieza a invitar a los músicos de Trolebús, y al final terminamos armando un concierto increíble. Muchos descubrieron el Sindicato por ese concierto, había fila para entrar en la calle. Fue Catana, Jaime López, Armando Rosas… el mismo público eran músicos legendarios. Después de ahí Trolebús ha hecho varias tocadas.