"Jay Kelly" tiene la virtud de combinar secuencias cómicas y dramáticas para versar sobre la soledad, las personas narcisistas y las heridas del pasado que afectan las relaciones humanas.
"Jay Kelly" tiene la virtud de combinar secuencias cómicas y dramáticas para versar sobre la soledad, las personas narcisistas y las heridas del pasado que afectan las relaciones humanas.
Por Osvaldo Sánchez
Iris García Cuevas (Acapulco, 1977) nos presenta una novela negra que, lejos de ser mero entretenimiento, se convierte en una herramienta que utiliza para denunciar y tratar de entender, desde las decisiones de sus protagonistas, la crisis de violencia, corrupción e impunidad que atraviesa nuestro país.
En 36 toneladas se nos narra una historia sí, de un crimen, pero que busca responder una pregunta existencial: “¿quién soy?”. Y aún más atrevida, nos busca exponer temas como la ética, la justicia y el deseo de poder, emociones totalmente humanas que nos permiten conectar con la novela desde el primer párrafo.
Es precisamente la forma de contar la historia lo que nos deja ver su identidad, –qué curioso, identidad– pues si bien tiene elementos clásicos como la investigación policial, usa la amnesia del personaje como un recurso narrativo para exponer los vínculos de corrupción, narcotráfico y violencia. Esto hace que nos preguntemos si lo contado al protagonista es verdadero o si los implicados de alguna forma buscan ocultar o justificar sus acciones.
El punto de partida de esta novela te engancha en un instante: un hombre, Roberto Santos, despierta en un hospital sin recordar nada. Un policía de gafas oscuras lo recibe con tres noticias impactantes: la primera, asesinó a un hombre; la segunda, es un judicial que se ha robado una cantidad enorme de dinero; y la tercera: saliendo del hospital, lo matarán.
La amnesia de Roberto Santos se convierte en el medio por el cual García Cuevas explora cómo la identidad y la moral de los personajes son maleables y corruptibles en un entorno en donde todos buscan el beneficio individual, sea cual sea el precio. Y éste es el conflicto que realmente se busca resolver, ¿Santos realmente quiere volver a ser ese judaca corrupto y violento que todos le describen? ¿O es esta amnesia una oportunidad para redimirse de su pasado y comenzar como un lienzo en blanco a pintar una nueva vida y un nuevo futuro para él?
Lo atrapante de la narración de la escritora es que, a medida que Roberto Santos encuentra una respuesta que parece definitiva, siempre hay un personaje que dice lo contrario, lo que nos devuelve a una posición de incertidumbre. Nos vamos resignando junto con el protagonista, quien declara que su nombre o quien haya sido antes ya no le importa, pues su pasado se vuelve una carga de culpa, vergüenza, e incredulidad por los actos tan grotescos que le adjudican.
Pero no me malinterpreten, no vamos en círculos. Es más a encontrarnos en una caída libre descubriendo la verdad sobre todos los personajes implicados en la desaparición de los recuerdos de Roberto Santos. La historia avanza de manera vertiginosa dándonos un plot twist cada vez más y más intrigante, haciendo que cada página nos haga querer más y más respuestas.
Y no podemos dejar de hablar del personaje secundario más importante de la novela: la corrupción. La autora nos presenta al crimen organizado y a las fuerzas del orden como miembros de un mismo bando, como un solo ente omnipresente a nivel nacional que esparce violencia por cada rincón del país.
Se describe, con una precisión de miedo, las redes de colusión entre la policía y los militares, quienes deberían fungir como actores garantes de la ley. Sin embargo, son ellos los principales perpetradores de pactos entre criminales, donde la misma autora nos dice “entre más alto el rango, mayor debe ser tu compromiso con la corrupción”. Están los políticos, quienes facilitan las condiciones para que esta red de corrupción se mantenga y también puedan probar una rebanada del jugoso pastel que es el dinero del decomiso de drogas. Y, por último, los periodistas, quienes podrían pasar como héroes de la verdad, pero que, en realidad, a ellos también les parece oportuno sacrificar un poco de su ética siempre y cuando se les presente un cheque con el número correcto de ceros.
Esta historia no es una de buenos contra malos, de blanco o negro, es una historia de grises, una muy humana, real, cruda y una muy importante para seguir cuestionándonos la forma en cómo funcionan los espacios de poder en nuestro país.
En cuanto a su forma, la novela de Iris García Cuevas es de esas que empiezas a leer en la mañana y que no dejas de cambiar páginas hasta la noche. Una novela con capítulos breves, pero precisos. En sus capítulos siempre estamos al pendiente de los hechos, llenos de tensión, y reflejan perfectamente la urgencia que tiene Santos por conocer la verdad de su pasado. Dicha urgencia se contagia al lector, lo que hace que no nos despeguemos de la trama.
Además, algo plausible es la forma que adopta el lenguaje dependiendo de quién narra la historia. Este toque aporta frescura a las páginas y dota de realismo a la novela, pues a lo largo de la narración nos encontramos con los testimonios de un profesor de literatura, de una periodista, de una prostituta, de un judicial y de un político. Entonces, es lógico que ninguno de estos personajes cuente o recuerde de la misma forma las cosas.
Para terminar, me gustaría remarcar que la obra de García Cuevas no sólo logra plasmar una intriga absorbente, sino que la usa como plataforma para poner como tema de discusión la corrupción, la violencia y la opresión del narcotráfico en nuestra actualidad. Pone al centro del conflicto la búsqueda de la identidad utilizando la amnesia del personaje como un recurso narrativo que expone precisamente eso: el olvido de la moralidad de la propia sociedad, dejando de lado el sentido de legalidad y de humanidad. Hace ver que el hecho de perder la memoria no sea algo tan malo del todo, pues así, por lo menos, tenemos una oportunidad más de hacer las cosas de forma diferente.
Esta novela es de principio a fin reflexiva, pues la falta ética, la impunidad y los estragos de un Estado fallido son elementos de nuestro día a día. La autora supo cómo aprovechar esta realidad tan desesperanzadora para convertirla en una historia trepidante, intensa, con un equilibrio magistral entre la acción, el lenguaje, la narrativa y la ambientación. Cerrando por completo los enigmas planteados al inicio de la historia, pero dejando un rastro de incertidumbre sobre el futuro de nuestro protagonista.
"Salitre" es un proyecto editorial de Aranza Hernández Gómez que se basa en la intervención de un archivo fotográfico que reúne viajes durante varios años a la playa. A partir de la afectación del mar, la arena, el sol y el borramiento intencional, Salitre busca borrar recuerdos de violencia sostenida y posterior separación familiar.
Por Sergio Martínez
Debo, puedo y quiero
(Netflix 2025) documental de José María Cuevas, nos muestra a Juan Gabriel en
primera persona, a veces desde la mirada y voz de Alberto, otras desde la
figura del artista que despliega voz, baile y su peculiar personalidad para
cantarle a la vida.
Construido principalmente con
videos caseros personales, llamadas telefónicas, entrevistas, presentaciones y
material de diversos programas televisivos, el documental nos lleva de mano por
la vida del Divo de Juárez, desde sus inicios en aquella ciudad
fronteriza, la cúspide de su carrera en unos memorables conciertos en Bellas
Artes que levantaron ámpula en la entonces comunidad culta de México hasta el
multitudinario cortejo fúnebre también en Bellas Artes.
Alberto siempre supo que él y Juan Gabriel llegarían al éxito total con sus canciones, no se explicaría de otra forma que cámara de fotografía y de video en mano, capturaría toda su vida, abajo y arriba del escenario.
El talento de José María Cuevas es crear un
ensayo visual donde el espectador descubrirá mientras el documental avanza, como
Alberto construye a Juanga. Son las vicisitudes de su vida, el amor por
su madre, su difícil infancia, el inicio de su fama, la crítica a su
personalidad, sus estados emocionales entre otras cosas, el combustible de
dónde vienen sus canciones, piezas musicales que han permeado en múltiples
generaciones y algunas se han vuelto himnos que se entonan todos los días en
cualquier casa, funeral, cantina, karaoke, o en intimidad para confesar algún
dolor, o el gozo del amor.
Entre las varias perlas que nos
muestra el documental de cuatro episodios, podemos ver su correspondencia
personal, cartas, dibujos, y letras de canciones con borrones y rectificaciones
de puño y letra; que nos muestran piezas claves de la vida de Juan Gabriel.
La magia de Alberto fue escribir
canciones, que conectaron instantáneamente con el público y se volvieron parte
de su memoria sentimental, eso nos cuenta el documental, la vida de un artista,
las dimensiones humanas de Alberto Aguilera Valadez, que se amalgaman y se
imbrican con Juan Gabriel y lo hacen uno de los artistas más queridos y
cantados de México y Latinoamérica.
Conrado Parraguirre
Pudo ser una tarde como cualquier otra, en la que el sol caía lentamente sobre el lomo pardo del horizonte, y yo pude haber seguido rascando un instrumento musical de seis cuerdas sobre mi músculo cervecero, de no ser por un mensaje que tornó el día en poco habitual.
Tras una breve comunicación, el maestro José Quintero me convocó a ayudarle con su puesto de venta para la presentación del 25 aniversario del libro Buba vol. 1, en el emblemático Multiforo Alicia. Acordamos vernos en un punto estratégico durante la tarde del día siguiente –9 de octubre del año en curso– para emprender el viaje a la CDMX.
Al rededor de las 15 horas pasaron por mí a una gasolinera, cercana a un lugar conocido como “el puente de la junta”, de la ciudad de Puebla. Elvia, quien es gestora y directora del centro cultural Musa; José, quien es dibujante, poeta y psicovaguito; y su servidor, quien esto escribe; enfilamos hacia la gran ciudad. Durante el trayecto discurrieron temas, datos, anécdotas, y chismes varios, que mi distraída mente no se distraerá en replicar.
La ciudad fue amable y nos dejó fluir por sus calles y avenidas, sin que hubiera ningún atisbo de tráfico. Por lo que llegamos con muy buen tiempo para comer algo antes de que iniciara la presentación. El día estaba nublado y todavía lloviznaba un poco. Al bajar del vehículo una mujer reconoció a Quintero, se acerco con cierto entusiasmo y le preguntó algo sobre la hora del evento. Tras obtener su respuesta, nosotros fuimos a buscar dónde apaciguar el hambre. “Las Ramonas” fue el sitio cercano que se puso en el camino.
Para nuestra sorpresa dentro del lugar se encontraba Ricardo Peláez Goycochea (quien –junto con Eric Proaño “Frik”– fue invitado a los festejos de Buba). Los maestros se saludaron como dos viejos buenos eneamigos, y nos sentamos en una mesa contigua. Me di cuenta que ya no me encontraba en territorio poblano, porque tuve que pedir queso para mi quesadilla. Por cierto que en la portada del menú figuraban personajes mexicanos como Jaime Sabines, Dr. Atl, Amado Nervo y José Alfredo Jiménez. Más adelante me enteraría de la razón de esto.
Mientras intercalábamos la charla con el ñam ñam ñam y el glu glu glu, afuera pude notar a un par de seguidores de Quintero. A pesar de estar de espaldas a la calle, una de las personas reconoció la silueta del maestro; observé cómo sin disimular su emoción le comunicaba a su acompañante: “ahí está”, mientras señalaba en dirección de quien en ese momento le daba una mordida a su sope. La pareja no cometió la indiscreción de interrumpirlo y continuaron su marcha en dirección al Alicia.
Nosotros hicimos lo propio después de terminar de comer. Bajamos los sofisticados artículos de la Buba Chop y los acomodamos en unas mesas que generosamente nos facilitaron para tal propósito. Apenas me encontraba consultando sobre los precios de algunos stickers, cuando le dieron acceso a la gente. Una persona me pidió una playera, tomó unos libros, un pin, y me dijo: “¿cuánto es?”. Y en menos de lo que canta un gallito comix, Elvia y yo nos encontramos rodeados de seguidores de Buba. Unicamente escuchaba: “¿cuánto cuesta esto?”, “¿qué otras tallas tienes?”, “¿es el único modelo?”, “¿sí me haces mi cuenta?”, “¿cuánto te debo de esto?”, y cosas por el estilo. Por fortuna los fans de Buba son amables y pacientes. Incluso una chica, al ver como mis matemáticas empezaban a colapsar, me ayudó a hacer una cuenta.
Aunque la charla ya había iniciado, los minutos de intensidad en el puesto duraron aproximadamente media hora. Lamenté no poder atender a lo dicho en el evento, pero en mi calidad de personal de la Buba Chop tuve que darle prioridad a intereses más pecuniarios.
En la ronda de preguntas, hubo momentos entrañables, por ejemplo, cuando se anunció que entre la audiencia se encontraba Ricardo Camacho, quien también formó parte de la camada del icónico Taller del Perro (colectivo de autores de historieta mexicana independiente de finales del siglo XX). También hubo quien le obsequió al festejado, una figura impresa en 3D de Buba.
Al final de esta dinámica, los asistentes se levantaron a hacer fila para poder obtener un autógrafo. Logré ver como algunos y algunas de ellas salían satisfechos, con cierto júbilo en sus rostros, tras interactuar brevemente con el autor y conseguir un dibujo de Buba. Y pude reconocerme en aquellas expresiones de entusiasmo, pues años atrás yo también estuve en ese lugar, antes de que se torciera el camino y terminara en la condición actual de amigo/chalan/admirador.
Algo notable es que las generaciones lectoras de Buba se renuevan. Gente joven acoge al personaje con el mismo entusiasmo que sus lectores de hace 25 años. Lo cual es digno de admiración, pues Quintero no sale mucho a eventos, no se promociona demasiado en redes, y no obstante, el alcance de su obra crece de manera orgánica. Tal vez por esto su audiencia no es masiva, y sin embargo su personaje avanza, lento, pero con paso firme. Porque sus seguidores son fieles y le guardan aprecio.
De hecho tengo la hipótesis de que el libro “rosa” es el que más se ha prestado y nunca ha retornado a manos de sus propietarios; o ha sido regalado en algún arranque de pasión y desmesura; por lo que sus fans han adquirido el ejemplar más de una vez.
Parafraseando a un bibliotecario argentino, “La Buba debe ser una de la formas de la felicidad, y no se puede obligar a nadie a ser feliz”, evidentemente no se obliga a nadie, pero hay algunos que se agandallan esa felicidad.
Otra cuestión que me pareció vislumbrar, mientras me encontraba ahí paradito atendiendo el puesto, fue que los lectores de Buba son atípicos. A su audiencia no necesariamente le interesa la literatura, ni la historieta; les interesa Buba, el personaje liminal que habita en el subconsciente de la memoria de sus seguidores, salpicando fatalismo humorístico, desamor vital y pesimismo alegre. O al menos eso supongo.
En el microcosmos universal de Buba, conviven las obsesiones de símbolos teológicos del autor, junto con las chabacanerías complejas del personaje. La religión, dios, los querubines, entre otros, son elementos presentes en varias de sus viñetas.
Esto último viene a colación por una casualidad. Resulta que el recinto donde ahora se alberga el Alicia, antes fue la capilla de unas monjas. Justo en el centro, en la parte superior del escenario, donde presumiblemente pudo estar un vitral de ábside, ahora se encuentra adornado con el gato del logo del foro, y un poco más abajo en el muro, la figura en relieve de un querube; mientras que a los costados unas cortinas negras cubren los espacios donde, sospecho, también hay vitrales. Por lo que bien podríamos enunciar que: “a cada capillita le llega su Bubita”.
Pero regreso a lo que estaba. Las preguntas terminaron poco después de las 20h, y la fila casi llegó a su final antes de las 23h. Por fortuna, ya casi no hubo nada que recoger, pues la mayoría de los libros y souvenirs se agotaron. Un par de seguidoras esperaron hasta el final, para que les firmasen sus libros, y como ya habíamos rebasado el horario de cierre del foro, el maestro sugirió ir a cenar, para ahí terminar su labor. Nos dirigimos a una taquería cercana, y en ese momento nos tocó hacer fila a nosotros para conseguir una mesa.
Una vez instalados, Quintero concluyó su maratónica jornada de repartir trazos a diestra y siniestra. Yo también iba a solicitarle un garabato, pero mejor pedí unos tacos. Durante la conversación de la cena, me enteré del motivo por el cual en el menú del restaurante “Las Ramonas”, aparecían aquellos artistas mexicanos. De acuerdo con el diseñador de la última edición de Flor de Adrenalina, varios de esos personajes vivieron por la zona, o frecuentaban alguna cantina del área. Quizás en el futuro, también agreguen a Buba en la portada de su carta, pensé.
Ligeramente después de la media noche, nos despedimos de quienes nos acompañaron hasta el final, y emprendimos el camino de regreso. Y bueno, como amigo/chalan/admirador del trabajo de Quintero, he de confesar que me sentí muy agradecido de poder ser parte de los festejos de Buba en su edición de 25 años. Como dice la vox populi: “y que cumpla muchos más”.
El nuevo filme de los estudios Disney también aborda el tema del consentimiento a través de unos de sus personajes, el cual siempre pide permiso para abrazar a alguien a fin de no invadir su espacio personal.
"El teatro enciende la empatía y creo que es un gran método que sirve para hablar de cosas que incomodan, pero que tienen que hablarse", dijo la actriz Regina Blandón al ser entrevistada por la obra "Prima Facie", la cual se presentará el 3 y 4 de diciembre en Puebla, en el Teatro Principal.
"Ha sido un viraje muy brutal, muy doloroso también, porque claro que toca fibras muy sensibles y muy oscuras", manifestó al mismo tiempo de detallar que el montaje le representa un gran cansancio físico y emocional.
#Entrevista | “Ha sido un viraje brutal, doloroso… toca fibras muy oscuras”.
— Revista Sputnik (@Revista_Sputnik) December 3, 2025
Así describe @ReginaBlandon lo que significa habitar Prima Facie, uno de los monólogos más desafiantes de su carrera.
La obra —escrita por Suzie Miller— expone la crudeza de la impunidad en delitos… pic.twitter.com/f4LBW05168
Por Alis Flores | Falses Beatniks
La novela llegó a mis manos hace apenas un par de días. Lo primero que captó mi atención fue el color llamativo de su portada. Dicen por ahí que “quien de amarillo se viste, en su belleza confía”. Aunque coloquialmente se dice que no se debe juzgar a un libro por su portada, esta me llamó a gritos y yo quería comprobar su osadía. Muerte caracol es una novela mexicana escrita por Ivonne Reyes Chiquete y republicada por la editorial Casa del libro de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) en 2023.
Desde un inicio, la autora pone al lector en el centro de su juego. Nos hace pensar si, acaso, el libro en nuestras manos tiene algún problema de imprenta. “¿Y los demás capítulos?”, te preguntas. Conforme la trama avanza, lo notas. Sin embargo, las preguntas no dejan de surgir. Muerte Caracol no sigue una estructura lineal, en su lugar, hace uso de la narración enmarcada, es decir, cuenta una historia dentro de otra con el propósito de profundizar en la psique del personaje principal
La novela comienza en in media res y está organizada en once capítulos numerados de acuerdo a la historia secundaria. Ésta se empalma de manera en que cada acción en ella provoca una reacción o un pensamiento decisivo en el protagonista. Del mismo modo, recurre a una variedad de voces narrativas y tiempos que se entrelazan entre sí, brindando una perspectiva diferente de la historia.
El personaje principal, Carlos Sobera, es un
lector ávido de la novela negra, esta práctica es su tarjeta de presentación.
Carlos es un hombre solitario con una vida aparentemente cotidiana; trabaja en
el área administrativa de un hospital, regresa a su hogar en transporte público
y descansa en la soledad de su departamento después de su jornada laboral.
Tiene, además, una rutina particular; antes de checar su salida pasa por el
área de urgencias y siempre está leyendo como una manera de sobrellevar la realidad.
“El asesino del caracol” es su lectura del momento, contiene una trama policial
con personajes que van tejiendo en él una reflexión detallada sobre la
pregunta: “¿qué hace a un asesino?”
La atmósfera impregnada en la novela está cargada de violencia, incluso en la descripción de actos comunes o rutinarios. Por ejemplo, comparar el sonido de un checador con el sonido de una guillotina u observar a alguien más en el transporte público, imaginándolo en situaciones intensas. Así mismo, apela a la experiencia como lector, pues refleja los modos propios al leer como un recurso para conectar emocionalmente con la trama a través de acciones como resaltar frases, doblar las páginas del libro para marcar el avance, ensimismarse en un libro hasta perder la noción del espacio y del tiempo o sospechar sobre los posibles giros en la trama.
De esta manera, puntualiza la introspección en el reflejo de algo nuestro entre las páginas de un libro, como si la autora quisiera recordarnos continuamente que estamos leyendo sobre algo de lo que somos parte de una u otra forma. Por esta razón, los temas de su obra no son ajenos a nuestro contexto actual, a la realidad que podemos ver, escuchar o sentir todos los días. La novela nos posiciona en el centro de un tema muy debatido, a saber, la naturaleza del mal en el ser humano. ¿Es, acaso, innata o su origen está en las circunstancias? La autora sólo plantea las preguntas, pero es el lector quien debe responderlas por su cuenta, tal como su protagonista lo hace a través de la exploración de la otredad reflejada en “El asesino del caracol”.
Por otro lado, la figura del libro funciona como metáfora del espejo: “Cuando por suerte se encuentra con algún lector, no necesita nada más que echar un vistazo al título para conformar toda la personalidad. Dime qué lees y te diré quién eres, piensa” (p. 28). En Japón, por ejemplo, la gente acostumbra a cubrir las portadas de sus libros con fundas de tela o de papel, pues creen que revela mucho sobre la personalidad de una persona y, al cubrirlas, pueden tener cierto control sobre su privacidad. Esta puede ser una idea algo controversial e incluso incómoda, pero no irracional. La figura del libro es también una herramienta que el ser humano tiene para acceder a su fantasía: “Las novelas que más le gustan son aquellas que lo han retratado, que al entrar a la página 23 le dicen algo así como “este personaje podrías ser tú” y que en la 102, le expone una tesis con la que él está completamente de acuerdo” (p. 40).
El recuerdo es un factor útil de esta fantasía y de la necesidad de comprender el origen de todo. Los personajes de “El asesino del caracol” funcionan como una especie de guía y, a la vez, como el reflejo de las personas que marcaron la infancia y la juventud de Carlos Sobera, quien puede contemplarlos desde “lo alto”. La narración de los personajes en la segunda historia va conformando un todo en el entendimiento del protagonista sobre sí mismo y su relación con personas cercanas a él.
Otro punto importante dentro de la novela es, justamente, la contemplación de los otros, formando una espiral de acciones y reacciones. Para escribir, es necesario hacer uso de nuestros sentidos, pues a través de ellos podemos comprender el mundo y nuestra posición en él. Observar es parte de esto, no se escribiría sobre algo que no se conoce y, la violencia, en todas sus facetas; rechazo, burla, golpes, etc., es algo que el ser humano parece conocer demasiado bien, aunque aún no responda a la pregunta de su origen. La novela no pretende ser una crítica de la sociedad, o al menos no de manera explícita sino más bien lúdica. Expone los argumentos conocidos sobre la naturaleza del mal en el ser humano, pero lo hace desde la imparcialidad, como un: “mírate, míralos, míranos, ¿qué opinas?”. Al final, queda en el lector de Muerte Caracol encontrar sus respuestas y su postura.
En conclusión, considero que es una novela con una trama llamativa igual o más que su portada. El cambio constante en los tipos de narradores provoca que la novela se perciba fragmentada en algunas partes y algo pesada por momentos, como si estuviera descuartizada, pero supongo que ese es su propósito. El final fue mi parte favorita, creo que fue muy humano, pero sobre todo conciso y con una decisión que no me esperaba por parte del protagonista. Un acto tan impredecible, tal como a él le gusta.
Es una obra que recomendaría leer a quiénes no son fanáticos de las novelas policiacas, creo que es un buen inicio porque es solo un guiño a ellas y una crítica a la vez. Quién sabe, igual y despierta su curiosidad o trae sus memorias de regreso, tal como le pasó al protagonista. Aunque, claro, es un libro para todo tipo de lectores. La recomendación es que no subestimen Muerte Caracol, no es solo una portada bonita.
Observaciones fuera de lugar que quizá no sirvan para nada:
Por
momentos, algunas citas me recordaban a canciones o series, porque, si lees y
tu mente no divaga, ¿de verdad estás leyendo? A continuación, algunas
divagaciones sobre el libro:
Rechazo, aceptación, egos lastimados, enojo y autocompasión, son algunos de los sentimientos por los que transitan "Elphaba", la Bruja Mala, y "Glinda", la Bruja Buena, protagonistas de la historia.
Por Pablo Rodríguez | Fotos: Eka Ríos
A inicios de los ochenta, el
dramaturgo Samuel Beckett llevó a televisión cuatro seres que ejercitaron el
vacío. Cuerpos que no podían rozarse y que, sin embargo, trastocaron todo. Como
recuerdo y partida de esta obra de Beckett, Sísife es una puesta
dancística que busca recorrer el espacio escenográfico e íntimo de sus
espectadores. Esta pieza, encabezada por Selene Beltrán y David Flores Ortega
dimensiona el movimiento de la ya conocida piedra de un Sísifo que nunca llega
a la cima. Ahora, una Sísife nos muestra su danza, juego o condena alrededor de
un destino redondo que es, al mismo tiempo, todas las formas y ninguna.
Selene
y David, como en un poema de Wisława Szymborska, tocan una piedra ya no para
saber una respuesta, sino para preguntar. En escena vemos dos cuerpos que se
empujan, cargan, equilibran y se dejan caer. Cuerpos que se infligen a ellos
mismos con la intención de saber dónde termina uno y empieza el otro. La
interpretación, así, se abre: una danza que con sus juegos de luces y música
muy al estilo de Takashi Kokubo, recorre la densidad de las cosas que,
simbólicamente, cargamos: el amor, el deseo, el futuro, el tiempo, la
frustración y todos los nombres, nuestras piedras y pasiones posibles.
Resaltan,
entre las interacciones de les dos bailarines, el juego con la piedra: una que
les dobla el diámetro y altura, hecha de retazos que, más que utilería, es
sujeto vivo. Vemos tensos hilos que la rodean; brazos y piernas que sobresalen
ante cualquier movimiento. Una redondez que no termina porque pertenecemos a
ella, a sus (nuestros) fragmentos. Les bailarines se rodean y son rodeados por
la piedra; giran y el aire les sostiene; dimensionan el peso y, con lentitud,
saben nombrar las pieles que son, que fueron y que serán. Tal vez esa sea la
metáfora que brilla entre las respiraciones de los cuerpos en movimiento: la
única manera de habitar el cuerpo presente es volverse su propio peso,
dimensionar qué tanto se piedran (sí, como verbo, no como sujeto) las
demás pieles.
Y
como quien mira la cuesta y no teme volver a empezar, Sísife se recorre
a sí misma y su intención no es llegar a ningún lado. No hay inicio y fin, como
en los trazos del Quad de Beckett: hay una con-tensión hacia el centro.
La piedra que somos para nosotres mismes y para les demás es arrojada, pero
también abrazada, fundida en silencio: un caracol que viaja hacia su centro. Un
volver a empezar cada que agachamos la espalda y una carga nos espera.
“SÍSIFE / Las pieles que hemos sido” se presentó el viernes 28, sábado 29 de noviembre y los próximos viernes 5 y sábado 6 de diciembre en el Foro de Arte y Cultura como parte de la programación de Habita la Escena Jalisco 2025. Boletos disponibles en la boletera voyalteatro.
Pablo Rodríguez (Xalapa,
Veracruz, 1997)
Poeta, gestor y editor.
Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la UV. Becario del PECDA
Veracruz, del Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la f,l,m. y del
Festival Cultural Interfaz, los tres en el área de poesía. Textos suyos han aparecido
en medios digitales e impresos como Periódico de Poesía, La Revista de la
Universidad, La Razón, Casa del Tiempo, Punto de Partida, Carruaje de
Pájaros, Punto en Línea, Casapaís, entre otros. Ha participado en
diferentes antologías dentro y fuera del país y ha encabezado proyectos de
promoción del libro y de la lectura.