Por Bertín López
Existen viejas y nuevas costumbres, unas fastidiosas como aquellas que nos hacía voltear los ojos hacia arriba cuando éramos niños, y unas tantas buenas si somos afortunados en la administración mística del universo, pues sí, he adquirido la bonita costumbre de quedarme en la casa de mi pareja todos los fines de semana; normalmente el tiempo en ese mutuo espacio transcurre viajando por películas y charlas, hemos saltado desde “Jay and Silent Bob” – descubrimiento del que siempre le estaré agradecido –, hasta maratones de “The Office” – Ibid –, pero no todo es un intercambio de gustos culposos, de risas viejas y miedos usados, también hay exploraciones y ese voto de confianza ciego que das cuando sigues una recomendación.
La sinceridad, y más ya con la edad, es una justificación loable y honesta que nos evita los momentos de náusea, así es que desde el principio le he comentado a mi pareja que no soy de las personas que “disfrutan” (siempre me ha parecido bizarro disfrutar el miedo, el horror, el susto, las miradas que se esconden en las esquinas) las películas de miedo, sin embargo el thriller o aquellas que te dejan con un sabor metálico en la boca son de mi agrado, aquí hablamos de “Seven”, “Irreversible”, “Pi”, etcétera. Pues el zigzagueante devenir que todos conocemos al buscar una película en Netflix nos llevó hasta “El hoyo”, una cinta española – sí lector, le tuvimos que poner subtítulos porque ese castellano es difícil de entender para cualquier hispanoparlante – que de inmediato hacía voltear las cabezas y preguntar si estaría bien ver eso que acontecía, y es que muchas veces vemos algo tan limítrofe, tan en la orilla de lo que nos convierte en seres morales que el vértigo se apodera de nosotros, como aquél libro que leímos y que nos hizo esas preguntas que todos nos hemos imaginado, no, no las voy a mencionar porque aunque de todos, también son de nadie, privadas como esos pensamientos sucios que tienes en la regadera o antes de dormir.
Si esto fuera una reseña aquí me valdría de mil citas, referencias e interpretaciones, pero como no lo es, evitaré esto, la cinta es muy sencilla de descifrar, no creo que haya malas interpretaciones, su naturaleza ascendente y descendente nos apunta inmediatamente a la crítica de la jerarquización ya sea espiritual, económica, social o especista, tampoco creo que nuestro mundo actual nos permita ya una visión tan simplista del mundo, o estás “arriba”, o estás “abajo”, el mundo es horizontal ahora, todos vamos gateando en un desierto infinito, pero en nuestra psique principalmente católica, ir pa’rriba es mejorar, ir pa’bajo es descender al infierno.
La película tiene sus tintes gore, tuve que servir de telón muchas veces para mi pareja cuando saltaba algún miembro amputado o una tripa voladora, pero la verdad las películas sangrientas me dan un poco de risa, no hay nada más gore que ir a comprar un kilo de carne molida a la carnicería y todos lo hacemos.
La película tiene un aspecto que cae en estos tiempos de forma más inquietante, y es que encerrados todos por esta emergencia, parece que todos estamos en El hoyo, ascendiendo y desciendo en mi casa todos los días encerrado, asciendo para ir al cuarto y dormir, desciendo para ir al comedor y comer, las personas van subiendo en su estado de pánico y las economías van descendiendo en solvencia, si bien la metáfora normalmente funciona, especialmente en este encierro parece que vamos oscilando entre niveles cada vez más inferiores y espesos, sin la certeza de qué nos encontráremos en el próximo nivel, no hagan pánico lectores, el mundo es plano y los únicos hoyos que sobreviven son los disfrutables, pero esta película nos hace de nuevo preguntarnos si estamos descendiendo, qué sorpresas apocalípticas leeremos de nuevo en internet que nos hagan esconder la mirada sospechando una escena gore.
El tiempo transcurrirá como normalmente lo hace, y en un futuro pensaremos en este encierro y en la película con un poco de trémulo y risa, las situaciones se normalizarán y comenzaremos a temerle sólo al infierno místico del que nos hablan en misa, por el momento lectores, estamos en el hoyo, y cada quién puede contener un solo ítem, recuerden que aquello que consideramos esencial puede terminar siendo una carga también, así que soporten este encierro, este hoyo al que nos sometemos con la fiel certeza que nosotros sí podremos salir.